Objetivo cumplido ¡¡¡
Llevaba mucho tiempo esperando esta excursión. Un “supuesto conocedor” de las Sierras de Cazorla y Segura como yo, no podía esperar más para subir al Banderillas por el Tranco del Perro.
Decido el momento y programado “el operativo” para realizarla, el viernes a la tarde/noche, entre diversas tormentas y chubascos de primavera, nos fuimos al Camping Coto Ríos con nuestra tienda “Two Seconds”. Como llovía, la colocamos, cual “ocupas”, en el avance de una de las numerosas caravanas que hay siempre instaladas en el Camping y que en esta época están vacías. “¿Quién va a venir un día de estos al camping?”, pensamos. Ya sabéis que Jose siempre busca los mejores sitios....
Una noche de continua lluvia y un amanecer de sábado en el que caía el agua a cántaros, no animaba mucho a salir de la tienda y mucho menos a plantearse una excursión de dos días al Banderillas por el Tranco del Perro. ¿Qué hacemos?, dijimos..... Pero...., estaba claro que era nuestro fin de semana de suerte, pues no tardó mucho en dejar de llover y en despejarse, salvo las típicas nieblas de fondo de valle. “Estamos en primavera”, le dije a Jose, “todo puede ocurrir”. Así que, con el coche bien aparcado junto a la Piscifactoria del Río Borosa, nos pusimos las botas y cogimos la hogaza de pan y el paté de faisán y otras viandas que habíamos comprado en Borrunchel (cerca de Cazorla pueblo).
Sube que te sube por la Cuesta del Topaero, llegamos al bonito cortijo de Los Villares (véase la foto), superverde en esta primavera gloriosa y con unas estupendas vistas sobre las paredes de la Cuerda del Banderillas. En otro “apretón”, y por un camino bien señalado y sin pérdida, nos pusimos en las Asomaicas, y en otro “apretón”, en el Collado de Roblehondo, divisorio de las aguas entre los ríos Borosa y Aguamulas, y base de las imponentes paredes del Banderillas. Esas paredes teníamos que atravesarlas, y, la única opción, es el Tranco del Perro (véase la foto justo en el inicio del Tranco del Perro). Se trata de un paso artificial, construido en el año 1947 para la comunicación directa entre el Valle del Guadalquivir y los míticos Campos de Hernán Perea. El paso, muy empinado y sin pérdida alguna (aunque en parte del trayecto algunos de sus muros se encuentran derruidos) rodea el pico del Fraile, hasta llegar al Puntal del Águila. En ese momento habíamos llegado a la Cuerda del Banderillas (véase la foto). Las nubes iban creciendo y creciendo con una rapidez inusitada, y las primeras gotas no eran más que la tarjeta de visita de algo más “gordo” que se avecinaba. Raudos y veloces, y con Jose diciéndome eso de “Eres Lady Drama, con las tormentas….”, recorrimos la citada cuerda. Justo al entrar en una de las dos casetas de vigilantes de incendios del Banderillas (que por seguridad, siempre permanecen abiertas), se puso a granizar hasta cubrirlo todo de blanco. Era el sitio y el momento adecuados para comer y reponer fuerzas para la subida a la cumbre (1993 m) y la posterior bajada, mientras escampaba (véanse en la foto los dos refugios de la cumbre del Banderillas).
Evitada la granizada, y con un espléndido solecito postlluvia de abril, el verde y húmedo panorama a la bajada era fantástico (La Sagra, el Empanadas, Los Campos de Hernán Perea, el Pantano del Tranco al 100 % tras las copiosas lluvias del invierno, el Blanquillo, etc.. etc…). “Es la recompensa del esfuerzo”, que tanto conocemos los amantes de la montaña….
A poco de comenzar el descenso del Banderillas por su ladera Este, la vereda se convierte en camino, y tras una media hora, nos pusimos en el cruce con el carril de Pinar Negro. En ese punto, y como era nuestro día de suerte, había cobertura de móvil y conseguí avisar a Jesús, agente de Medio Ambiente del Parque, para que fuera a recogernos al punto concertado previamente en el “operativo”. En poco tiempo, y con un ambiente cada vez más tenebroso, nos internamos en los campos del Espino, parte de los infinitos Campos de Hernán Perea (véase la foto). Hacia el Este, desde de la zona de la provincia de Granada, una continua e intensa línea de tormentas se dirigía claramente hacia nosotros. Los primeros truenos no se hicieron esperar. Estábamos a poco más de media hora del punto de encuentro con Jesús. Como buen amante del tiempo, contemplé que la tormenta, por suerte, se dividió en dos. Una se dirigió hasta el Banderillas (como era lógico….), pico que afortunadamente ya habíamos dejado atrás, y otra hacia Potones. Sobre nosotros, un poco de lluvia racheada pero sin tormenta, nos permitió llegar sin problemas y sin mojarnos al Refugio de Campos del Espino, fin de nuestra primera etapa y donde en poco más de 15 minutos llegó Jesús con un supercoche todo terreno, completamente lleno de barro y agua. Cual safari africano, entre barro, lluvia y granizo, nos llevó hasta Pontones, donde, preocupada por nuestro futuro, nos esperaba Vicenta y su fantástica casa rural Alto Segura, la cual era parte básica de nuestro “operativo”. El otoño anterior había conocido a Vicenta y había pasado varios fines de semana en su casa rural, con la bici y buscando setas en la zona. Ella además nos había conseguido a Jesús y su “todo terreno”.
La ducha, la ropa limpia, el bizcocho de nueces de Vicenta, las cervecitas y el cordero de “Pontones la Nuit”, y, sobre todo, la fantástica cama y algún que otro “Myolastan” y "melatonina", repusieron nuestros cansados cuerpos.
Al día siguiente, y tras el suculento desayuno de Vicenta, y con el ánimo de un sol radiante y la ausencia total de nubes, metimos las mochilas en el coche de Vicenta, quien, con su amabilidad característica y preocupada por “lo que nos esperaba….”, nos alargó con su coche hasta Fuente Segura. Se trata del nacimiento del Río Segura, que este año está “potentísimo de agua” (véase la foto). La Cuenca del Segura este año ronda el 70 %, algo inaudito… ¿cambio climático?
En poco rato y siguiendo las marcas del sendero GR7, atravesamos el Pinar del Risco hasta llegar al mirador de Juan León y a la Hoya del Ortigal. Desde ahí el camino se convirtió en una maravillosa senda que nos condujo al idílico Cortijo de la Hoya de Albardia (véase la foto y las vistas del Banderillas), donde nace el Arroyo del Hombre, de sugerente nombre, y que me recordó al río “Cuerpo de Hombre”, en la Sierra de Bejar, Salamanca. Desde este punto, las vistas del Banderillas con el infinito verdor de primavera, nos animaron a sentarnos y acabar el paté de faisán. Estómago lleno reanudamos la marcha a través de la senda, a veces no muy marcada, y con la inestimable ayuda del GPS, la cual nos llevó hasta el Cortijo de la Fresnedilla, muy cerca del Nacimiento del río Aguamulas. Las nubes habían crecido rápida y de manera muy amenazante sobre el Banderillas, y de pronto se puso a llover, pero sin tormenta. A través de un aburrido y larguísimo camino que ya conocía, llegamos hasta la cadena del Control del Aguamulas, donde tuvimos que parar por agotamiento¡¡¡¡ Desde ahí, un suave camino junto a las colas del pantano del Tranco (jamás había visto llegar el Tranco a esa zona ¡¡¡¡), llegamos al Camping de los Llanos de Arance, y desde ahí, por un camino bien marcado por el GR7, a Coto Ríos, donde me comí un gigantesco bocadillo de calamares hechos con muy poca gracia… en el restaurante Guadalquivir.
Aún nos quedaba una hora y poco, pero el bocadillo y un animado camino entre huertas, pinares, arroyos, etc… siguiendo el GR7, nos llevaron a la aldea de Loma de María Ángela, y de ahí, por una minicarretera, hasta el coche. Al poco se puso a llover……. ¡¡¡qué suerte¡¡¡
En total, 53 km en dos días, subiendo y bajando. Gracias, Vicenta, por tu ayuda. Nos buscaste a Jesús, nos dejaste tu coche para ir a cenar al Pontón Bajo, nos llevaste a Fuente Segura, te preocupaste por si llegábamos o no, por si nos pillaban las tormentas en el Banderillas, etc… Ya sabes que yo hablo muy bien de tu casa (excelente ubicación junto al Rio Segura en Pontones, muy bonita, limpísima, desayunos fantásticos, … y amabilidad total):
Casa Alto Segura (Pontones):
Llevaba mucho tiempo esperando esta excursión. Un “supuesto conocedor” de las Sierras de Cazorla y Segura como yo, no podía esperar más para subir al Banderillas por el Tranco del Perro.
Decido el momento y programado “el operativo” para realizarla, el viernes a la tarde/noche, entre diversas tormentas y chubascos de primavera, nos fuimos al Camping Coto Ríos con nuestra tienda “Two Seconds”. Como llovía, la colocamos, cual “ocupas”, en el avance de una de las numerosas caravanas que hay siempre instaladas en el Camping y que en esta época están vacías. “¿Quién va a venir un día de estos al camping?”, pensamos. Ya sabéis que Jose siempre busca los mejores sitios....
Una noche de continua lluvia y un amanecer de sábado en el que caía el agua a cántaros, no animaba mucho a salir de la tienda y mucho menos a plantearse una excursión de dos días al Banderillas por el Tranco del Perro. ¿Qué hacemos?, dijimos..... Pero...., estaba claro que era nuestro fin de semana de suerte, pues no tardó mucho en dejar de llover y en despejarse, salvo las típicas nieblas de fondo de valle. “Estamos en primavera”, le dije a Jose, “todo puede ocurrir”. Así que, con el coche bien aparcado junto a la Piscifactoria del Río Borosa, nos pusimos las botas y cogimos la hogaza de pan y el paté de faisán y otras viandas que habíamos comprado en Borrunchel (cerca de Cazorla pueblo).
Sube que te sube por la Cuesta del Topaero, llegamos al bonito cortijo de Los Villares (véase la foto), superverde en esta primavera gloriosa y con unas estupendas vistas sobre las paredes de la Cuerda del Banderillas. En otro “apretón”, y por un camino bien señalado y sin pérdida, nos pusimos en las Asomaicas, y en otro “apretón”, en el Collado de Roblehondo, divisorio de las aguas entre los ríos Borosa y Aguamulas, y base de las imponentes paredes del Banderillas. Esas paredes teníamos que atravesarlas, y, la única opción, es el Tranco del Perro (véase la foto justo en el inicio del Tranco del Perro). Se trata de un paso artificial, construido en el año 1947 para la comunicación directa entre el Valle del Guadalquivir y los míticos Campos de Hernán Perea. El paso, muy empinado y sin pérdida alguna (aunque en parte del trayecto algunos de sus muros se encuentran derruidos) rodea el pico del Fraile, hasta llegar al Puntal del Águila. En ese momento habíamos llegado a la Cuerda del Banderillas (véase la foto). Las nubes iban creciendo y creciendo con una rapidez inusitada, y las primeras gotas no eran más que la tarjeta de visita de algo más “gordo” que se avecinaba. Raudos y veloces, y con Jose diciéndome eso de “Eres Lady Drama, con las tormentas….”, recorrimos la citada cuerda. Justo al entrar en una de las dos casetas de vigilantes de incendios del Banderillas (que por seguridad, siempre permanecen abiertas), se puso a granizar hasta cubrirlo todo de blanco. Era el sitio y el momento adecuados para comer y reponer fuerzas para la subida a la cumbre (1993 m) y la posterior bajada, mientras escampaba (véanse en la foto los dos refugios de la cumbre del Banderillas).
Evitada la granizada, y con un espléndido solecito postlluvia de abril, el verde y húmedo panorama a la bajada era fantástico (La Sagra, el Empanadas, Los Campos de Hernán Perea, el Pantano del Tranco al 100 % tras las copiosas lluvias del invierno, el Blanquillo, etc.. etc…). “Es la recompensa del esfuerzo”, que tanto conocemos los amantes de la montaña….
A poco de comenzar el descenso del Banderillas por su ladera Este, la vereda se convierte en camino, y tras una media hora, nos pusimos en el cruce con el carril de Pinar Negro. En ese punto, y como era nuestro día de suerte, había cobertura de móvil y conseguí avisar a Jesús, agente de Medio Ambiente del Parque, para que fuera a recogernos al punto concertado previamente en el “operativo”. En poco tiempo, y con un ambiente cada vez más tenebroso, nos internamos en los campos del Espino, parte de los infinitos Campos de Hernán Perea (véase la foto). Hacia el Este, desde de la zona de la provincia de Granada, una continua e intensa línea de tormentas se dirigía claramente hacia nosotros. Los primeros truenos no se hicieron esperar. Estábamos a poco más de media hora del punto de encuentro con Jesús. Como buen amante del tiempo, contemplé que la tormenta, por suerte, se dividió en dos. Una se dirigió hasta el Banderillas (como era lógico….), pico que afortunadamente ya habíamos dejado atrás, y otra hacia Potones. Sobre nosotros, un poco de lluvia racheada pero sin tormenta, nos permitió llegar sin problemas y sin mojarnos al Refugio de Campos del Espino, fin de nuestra primera etapa y donde en poco más de 15 minutos llegó Jesús con un supercoche todo terreno, completamente lleno de barro y agua. Cual safari africano, entre barro, lluvia y granizo, nos llevó hasta Pontones, donde, preocupada por nuestro futuro, nos esperaba Vicenta y su fantástica casa rural Alto Segura, la cual era parte básica de nuestro “operativo”. El otoño anterior había conocido a Vicenta y había pasado varios fines de semana en su casa rural, con la bici y buscando setas en la zona. Ella además nos había conseguido a Jesús y su “todo terreno”.
La ducha, la ropa limpia, el bizcocho de nueces de Vicenta, las cervecitas y el cordero de “Pontones la Nuit”, y, sobre todo, la fantástica cama y algún que otro “Myolastan” y "melatonina", repusieron nuestros cansados cuerpos.
Al día siguiente, y tras el suculento desayuno de Vicenta, y con el ánimo de un sol radiante y la ausencia total de nubes, metimos las mochilas en el coche de Vicenta, quien, con su amabilidad característica y preocupada por “lo que nos esperaba….”, nos alargó con su coche hasta Fuente Segura. Se trata del nacimiento del Río Segura, que este año está “potentísimo de agua” (véase la foto). La Cuenca del Segura este año ronda el 70 %, algo inaudito… ¿cambio climático?
En poco rato y siguiendo las marcas del sendero GR7, atravesamos el Pinar del Risco hasta llegar al mirador de Juan León y a la Hoya del Ortigal. Desde ahí el camino se convirtió en una maravillosa senda que nos condujo al idílico Cortijo de la Hoya de Albardia (véase la foto y las vistas del Banderillas), donde nace el Arroyo del Hombre, de sugerente nombre, y que me recordó al río “Cuerpo de Hombre”, en la Sierra de Bejar, Salamanca. Desde este punto, las vistas del Banderillas con el infinito verdor de primavera, nos animaron a sentarnos y acabar el paté de faisán. Estómago lleno reanudamos la marcha a través de la senda, a veces no muy marcada, y con la inestimable ayuda del GPS, la cual nos llevó hasta el Cortijo de la Fresnedilla, muy cerca del Nacimiento del río Aguamulas. Las nubes habían crecido rápida y de manera muy amenazante sobre el Banderillas, y de pronto se puso a llover, pero sin tormenta. A través de un aburrido y larguísimo camino que ya conocía, llegamos hasta la cadena del Control del Aguamulas, donde tuvimos que parar por agotamiento¡¡¡¡ Desde ahí, un suave camino junto a las colas del pantano del Tranco (jamás había visto llegar el Tranco a esa zona ¡¡¡¡), llegamos al Camping de los Llanos de Arance, y desde ahí, por un camino bien marcado por el GR7, a Coto Ríos, donde me comí un gigantesco bocadillo de calamares hechos con muy poca gracia… en el restaurante Guadalquivir.
Aún nos quedaba una hora y poco, pero el bocadillo y un animado camino entre huertas, pinares, arroyos, etc… siguiendo el GR7, nos llevaron a la aldea de Loma de María Ángela, y de ahí, por una minicarretera, hasta el coche. Al poco se puso a llover……. ¡¡¡qué suerte¡¡¡
En total, 53 km en dos días, subiendo y bajando. Gracias, Vicenta, por tu ayuda. Nos buscaste a Jesús, nos dejaste tu coche para ir a cenar al Pontón Bajo, nos llevaste a Fuente Segura, te preocupaste por si llegábamos o no, por si nos pillaban las tormentas en el Banderillas, etc… Ya sabes que yo hablo muy bien de tu casa (excelente ubicación junto al Rio Segura en Pontones, muy bonita, limpísima, desayunos fantásticos, … y amabilidad total):
Casa Alto Segura (Pontones):
PD:
1-Por estas tierras de Segura temen mucho a las tormentas en los Campos de Hernán Perea y en el Banderillas. Las casetas del Banderillas tienen unos enormes pararrayos y dicen que los guarda bosques que viven en verano en estas casetas salen “pitados” para abajo, cuando las ven venir….Yo me he puesto a buscar en San Google si hay algo en la red sobre las tormentas en esta zona, pero no he encontrado nada…. Quizás sea que está ubicado en la línea divisoria de aguas Atlántico-Mediterráneo…. Pero tengo que seguir preguntando y documentándome.
2-Encontré setas de cardo en la zona de la Hoya del Ortigal, pero no las cogí por que creía que era imposible que hubiera en primavera. No me fiaba ¿serían verdaderamente de cardo? Pero al llegar a casa, busqué en San Google, y vi que efectivamente en años muy húmedos es posible encontrar setas de cardo en primavera e incluso en verano…. ¡Qué lástima no haberlas cogido para un buen guiso¡¡¡
1-Por estas tierras de Segura temen mucho a las tormentas en los Campos de Hernán Perea y en el Banderillas. Las casetas del Banderillas tienen unos enormes pararrayos y dicen que los guarda bosques que viven en verano en estas casetas salen “pitados” para abajo, cuando las ven venir….Yo me he puesto a buscar en San Google si hay algo en la red sobre las tormentas en esta zona, pero no he encontrado nada…. Quizás sea que está ubicado en la línea divisoria de aguas Atlántico-Mediterráneo…. Pero tengo que seguir preguntando y documentándome.
2-Encontré setas de cardo en la zona de la Hoya del Ortigal, pero no las cogí por que creía que era imposible que hubiera en primavera. No me fiaba ¿serían verdaderamente de cardo? Pero al llegar a casa, busqué en San Google, y vi que efectivamente en años muy húmedos es posible encontrar setas de cardo en primavera e incluso en verano…. ¡Qué lástima no haberlas cogido para un buen guiso¡¡¡
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