martes, 24 de agosto de 2010

Circular de la Vanoise (Alpes franceses)

Era media tarde cuando llegamos a Pralognan La Vanoise (http://www.pralognan.com/), una pequeña ciudad típicalmente alpina del departamento de Savoya, en la zona conocida como Los Tres Valles, mundialmente famosa por ser la mayor estación del mundo (aquí se celebraron las olimpiadas de invierno de Albertville en 1992), y capital del alpino Parque Nacional de la Vanoise (http://www.parcnational-vanoise.fr/).

Pralognan la Vanoise
Fue en Pralognan donde en el año 1996 comenzamos nuestra experiencia en los Alpes. En aquella ocasión llegamos de noche y con una tremenda tormenta interminable, bajo la cual tuvimos que montar una enorme tienda de campaña. Tampoco teníamos experiencia en excursiones por los Alpes, y mucho menos por travesías glaciares. Pralognan es un agradable pueblo de alta montaña, con muchas casas de madera con frondosos y floridos geranios, numerosa infraestructura turística, bien integrada en el paisaje, que en invierno se llena de esquiadores y en verano de caminantes de bonitos senderos. Abundan las familias y personas mayores o poco acostumbradas a andar, especialmente franceses. Se encuentra en un entorno fantástico, frente a unos tremendos paredones de piedra, sobre los cuales se esconden los famosos Glaciares de la Vanoise, cuyo deshielo provoca caudalosos arroyos y bonitas cascadas.

Tras encontrar hotel y contemplar con pavor que la previsión meteorológica anunciaba para el día siguiente lluvias abundantes, bajada importante de las temperaturas y nieve a partir de 2500 m, comenzamos a hacer nuestras mochilas con la idea de recorrer el Tour de los Glaciares de la Vanoise en 5 días, de refugio en refugio.

De Pralognan al refugio de la Dent Parrachée
Lluvia en la subida al Col d'Aussois
Niebla en el Col d'Aussois

Nos levantamos a las 7. El cielo encapotado. Comienza a llover abundantemente. Tenemos los ánimos por el suelo y la preocupación por las nubes. A las 8 llega nuestro taxi previamente concretado que, entre dudas, una manta de agua y un viento considerable, nos deposita en el parking del Pont de la Pêche a 1764 m. Envueltos en la capa de lluvia y con todos los “extras de lluvia” activados, llegamos, a través de un terreno desprovisto de árboles y muy verde, al refugio de Roc de la Pêche (1911 m), donde nos reguardamos y reflexionamos sobre nuestro futuro. Aunque la gente que había en el refugio (gente mayor y poco experimentada) no nos animaba a continuar, el guardián del refugio nos dijo que no había problema y que continuáramos. Aprovechando un claro transitorio, y tras cruzar el río Doron llegamos a una granja, Ritort (1971 m), donde vendían queso savoyés de producción propia y bebidas frías y calientes, etc. Desde ahí, comenzamos una muy dura subida al Col d’Aussois, durante la cual nos cruzamos a algunos grupos de excursionistas, algunos de ellos octogenarios, en sentido contrario, que nos advierten del viento, frío y niebla que hay en lo alto del puerto. Con un frío de espanto por el viento del noroeste y una granizada que nos golpeaba la cara envueltos en una espesa niebla, llegamos al Col d’ Aussois (2916 m). Tras cruzarlo, el panorama meteorológico cambió radicalmente (era ya la ladera sur, y la orografía influye mucho en el tiempo), lo que nos permitió una tranquila y soleada bajada al refugio de Fond d’Aussois (2324 m), donde nos tomamos una sopa hiperdensa, nutrititva y rehabilitadora. Desde aquí, en media hora en fuerte subida y de nuevo con la lluvia y nuestras capas, llegamos a nuestro destino: El refugio de la Dent-Parrachée (2520 m), una antigua y bonita casa de madera, situada en un balcón natural con unas vistas fantásticas hacia el gran valle de la Houte Morienne, bajo el pico más alto de la Vanoise, la Dent Parrachée (3639 m).

Bajada del Col d'Aussois
Nos recibieron una chica joven y amable y un nepalí, Kaptan, conocido por aquellas tierras como “el principe de la Vanoise”, quienes amablemente nos ayudaron a instalarnos, secar nuestras ropas y botas e incluso tomarnos una ducha caliente (nada habitual en los refugios de montaña). Toca relajación en el refugio, gran cena montañera con una pareja de belgas sexagenarios muy enamorados y preparar la ruta del día siguiente. Nuestro objetivo era llegar al Refugio del Arpont por el lago Genépy y Col de Labby (3328 m) y bajar el glaciar de la Mahure, en las faldas de la Dent Parrachée. Para ello, el nepalí nos dijo que había que levantarse a las 3:30 h. Nuestra cara era un poema. Un grupo de alpinistas de Lyon, ya pasaos de rosca, nos dijo que dicha ruta se podía hacer sin mayores problemas que la atención típica sobre el glaciar. Pero desgraciadamente, nadie del refugio la iba a recorrer. Éramos los únicos que se levantaban a esa hora.

Del refugio de la Dent Parrachée al refugio de l'Arpont

Llegan las 3:30 horas y el nepalí nos enfoca directamente con su enorme linterna, para que nos despertemos. Lo hacemos sigilosamente para no despertar a nadie. Salimos a la calle para ver el tiempo. Nevaba, hacía mucho frío y el viento del norte azotaba el refugio. Tocaba volver a la cama, y suspender la travesía glaciar.

Mormotina en el refugio
Como alternativa, nos levantamos a las 6:30 y a través del sendero GR5, en 8 horas de marcha y en un continuo rompepiernas de subidas y bajadas y no demasiado atractivo aunque sí bastante panorámico, llegamos al refugio del l’Arpont (2309). El refugio, más grande que el anterior y más moderno, está construido en un mirador fantástico, rodeado de numerosas cascadas que provienen del glaciar de l'Arpont, con gallinitas a su alrededor, e incluso una marmotina casi domesticada. Sitio de postal ¡¡¡ Toca de nuevo relajación en las mesas exteriores del refugio, tomar una buena cena montañera a la francesa, un poco de vida social en la mesa, y la planificación de la ruta del día siguiente: la ascensión al pico Dôme de l’Arpont. Durante la socialización, sacamos nuestros mapas y los compañeros de mesa nos advierten de que ya están anticuados, pues no reflejan el gran retroceso de los glaciares. Este retroceso está siendo tan rápido que mapas de 12 años como los nuestros ya no sirven.

Relax en refugio de l'Arpont
Afortunadamente en esa ocasión no íbamos a ser los únicos en recorrer la ruta. Otras dos cordadas de dos, y otra de tres, nos acompañarían. Este hecho, junto con la mejoría del tiempo y la esperanzadora predicción de tiempo excelente, nos animaron a levantarnos a las 4:00 h. La vida de alpinista es dura ¡¡¡

Subida al pico Dôme de l'Arpont

Lagos de l'Arpont al amanecer
Al levantarnos nos damos cuenta que la guardiana, con su “buen rollito”, se había quedado dormida y que no estaba puesto el desayuno. Tras llamarla y tomar un energético desayuno, nos ponemos en marcha. Era noche cerrada y había escarcha. Con la luz de los frontales y con el alba despuntando, llegamos al bonito lago de l’Arpont (2666 m). Este lago y numerosos lagos secundarios junto a él, no tiene ni un siglo de vida, y además, a diferencia de lo que marcaba nuestro mapa anticuado, ya ha quedado totalmente aislado del glaciar de l’Arpont. Desde ahí, y amaneciendo con rapidez, nos aproximamos por rocas deslizantes a la lengua del glaciar. Para acceder, tuvimos que trepar algunas piedras, e incluso, con la ayuda de otros dos montañeros de Lyon tuvimos que hacer un rapel con una cuerda. Llegados al filo del glaciar, toca ponerse todo el material (crampones, piolet, polainas, gafas, casco, cremas antisolares, etc.), a la vez que reponer fuerzas con comida energética. De las 4 cordadas, nosotros accedimos los últimos al glaciar.

Griestas visibles en el glaciar
Ya con el amanecer pisándonos los talones, remontamos el glaciar en dura subida. El hielo y la nieve estaban aún duros, como corresponde a estas horas de la mañana. A nuestra izquierda la hiniesta imagen de la Dent Parrachée, a la derecha la Dôme de Chasseforêt, y al frente, nuestro objetivo, la Dôme de l’Arpont. Llegado un momento, decidimos seguir a una cordada que había atacado la subida por la derecha a través de una pala de nieve de fuerte subida. Como la nieve estaba dura, me dio un ataque de pánico, y decidimos bajar un poco, y seguir a la pareja de Lyon por otra vía algo más suave aunque en una zona de más grietas. Esto nos provoca un cierto retraso, y llegar los últimos al Col de l’Arpont (3503 m), en plena masa glaciar de la Vanoisse. Cuando llegamos allí, dejamos nuestras cosas mochilas, y solo con el piolet atacamos la subida final al Dôme de l’Arpont (3599 m). Somos los últimos en llegar. Estabamos solos en la cumbre. Allí el panorama era magnífico. Hacia el Sur, el macizo de los Ecrins con sus glaciares colgantes, al Oeste, el valle por el que habíamos subido el primer día bajo la lluvia, al Este, el italiano Parque Nacional de Gran Paraíso, y al norte el imponente macizo del Mont Blanc. Bajo nuestros pies, la gran masa glaciar de la Vanoise. El cielo, impecable, “niquel”, como dicen los franceses.

Glaciar de l'Arpont
Iniciamos el descenso por el mismo camino y solos (el resto de cordadas iban mucho más rápido). Era ya un poco tarde y el calor importante, por lo que el riesgo de caer en una grieta aumentaba. Y dicho y hecho. En un momento determinado, por una zona completamente cubierta de nieve, noté como me hundí hasta las rodillas y se abrió un hueco que conducía al abismo…. Con la inercia de la bajada y gracias a la cuerda que me unía a Jose, que iba primero, conseguí salir sin más problemas.
Glaciar de l'Arpont

Con el agobio del momento vivido y con un calor sofocante por la reflexión solar, llegamos a la parte baja del glaciar. Ahora, tocaba salir del glaciar, cosa no trivial por la cantidad de grandes moles de piedra resbaladiza y las deslizantes jóvenes morrenas laterales. Finalmente, conseguimos bajar por una morrena lateral algo más asentada, con precaución pero sin problemas, aunque sí con incertidumbre.
Dent Parrachée desde glaciar de l'Arpont

No cabe duda, de que el calentamiento global del planeta es un hecho, y que los glaciares están retrocediendo a marchas forzadas. Esto provoca que el acceso y salida a los mismos a través de rocas deslizantes por la erosión del glaciar y morrenas de arena suelta debido a su juventud geológica, sea incierto y en muchos casos muy difícil. Personalmente, me da un poco de pánico ver como estos fenómenos geológicos (formación de lagos, avance de morrenas, etc…) se suceden tan rápidamente, en cuestión de años. Siempre entendí y estudié que esto ocurría en órdenes de magnitud de miles de años….. Quizás en otros momentos de la historia geológica del planeta, esto haya ocurrido así, y quizás no tengamos de qué alarmarnos….

Col de l'Arpont con amigos franceses
Con la tranquilidad de haber salido del glaciar del l’Arpont y de haber coronado el pico objetivo, nos pusimos a comer junto al bonito lago del mismo nombre. Cuando esto ocurre, mi cuerpo descarga tal cantidad de sustancias beneficiosas y placenteras, que me digo a mi mismo “ha merecido la pena todo el esfuerzo y el miedo; qué bien me siento ¡¡¡; tengo ganas de volver a repetirlo”. Sin embargo, me da la sensación de que las incertidumbres y miedos podrían ser menores si vamos acompañados de un guía….
Macizo del Mont Blanc desde cima Dôme de l'Arpont

Llegamos al refugio de l'Arpont muy cansados, con ganas de ducha caliente, cena y reposo. Para el día siguiente, nuestro objetivo inicial era el de llegar al refugio Felix Faure atravesando los glaciares de Pelve y de Roche Ferran. Sin embargo, las enormes dudas de cómo acceder al glaciar de Pelve y salir del glaciar de Roche Ferran, nos hicieron desistir, y retomar el familiar y plácido, aunque no glaciar, sendero GR-5.
Lagos de l'Arpont desde el glaciar

Del refugio de l'Arpont a Pralognan la Vanoisse

Nos levantamos muy tarde, a las 7 de la mañana. Desayuno en estómago hambriento y mochilón en espalda dolorida, nos ponemos en marcha a través del GR-5, un sendero que bordea a una cota aproximada de entre 2000 y 2500 m todo el macizo de la Vanoise, y que recorren multitud de personas que les gusta andar tranquilamente durante varias horas, con un moderado esfuerzo, con bonitas vistas, sobre un camino bien indicado y balizado.
Refugio de l'Arpont

A través de bonitos balcones panorámicos, de pequeños lagos y torrentes de aguas glaciares, llegamos tras unos 7 horas el refugio de Felix Faure, donde ya habíamos estado en 1996. En nuestro camino contemplamos como el acceso al glaciar de Pelve es trivial a través del vértice de una morrena bien asentada ¡¡Arrrrrgggggggg¡¡¡ ¡¡Si lo hubiéramos sabido¡¡¡ ¡¡Si hubiéramos ido con un guía¡¡¡

Vistas de la Dôme de Chasseforet
En este tipo de senderos tranquilos, conocidos y frecuentados, uno se va encontrando con personas y personajes de las más variadas fisonomías y nacionalidades. Nos llamó la atención charlar un rato con un padre y su hijo que venían de Jerusalén, una ciudad, que según ellos mismos, está completamente loca por la religión. Llamativo también que nuestra procedencia, Granada, sea conocida y admirada por todos.

Al refugio de Felix Faure, llegué muy cansado, casi al límite de mi dosis diaria de marcha. Estaba abarrotado de familias y viejitos comiendo y bebiendo. Desde allí, contemplamos con pavor que la salida del glaciar Roche Ferran, que pretendíamos atravesar, debida a su gran retroceso, era más que comprometida. Quizás nuestra decisión había sido la correcta ¡¡¡¡ De lo contrario, quizás hubiésemos tenido que llamar al 112 para que nos rescatara….

La Grande Casse
Tras un pick-nick en el refugio, iniciamos las dos horas de descenso hasta Pralognan por un camino que ya conocíamos de 1996, siempre tiendo a nuestra derecha o a nuestras espaldas, la imponente mole de la Grande Casse (3855 m) y su bello glaciar colgante.

Hotel Valle Blanche (Pralognan)
Llegados a Pralognan, nos alojamos en el pequeño y familiar Hotel Valle Blanc, donde, por cierto, cenamos de maravilla. El susto de una picadura de oruga, con visita al médico y la farmacia incluida, puso la nota de pánico a esta última jornada por la Vanoisse. Tocaba volver a España y poner fin a nuestro viaje veraniego....

martes, 17 de agosto de 2010

24 horas en el Berry (Francia)

Dejando Tours con la furgo de Antonio y con la responsabilidad que ello conlleva, tomamos el cauce del río Cher, famoso afluente del Loira por albergar numerosos y famosísimos castillos como el de Chenonceau y Villandry. Nuestro objetivo era pasar un día de camino a los Alpes franceses visitando zonas aún por explorar. No teníamos más que un rumbo fijo, sur-sureste, los Alpes, pero no objetivos fijos.

Al buen rato de tomar una carretera paralela al Cher, paramos en Selles-sur-Cher, donde hay un magnífico castillo mezcla de fortaleza y residencia renacentista justo al borde del río, aunque cerrado a la visita. Nos conformamos con unas fotos desde el río y desde la reja de acceso, así como un suculento pick-nick sentados junto al límpisimo Cher por el que pasan, para nuestra envidia, numerosas canoas.

Continuando nuestro día de rumbo claro pero de objetivos inciertos, visitamos el Castillo de Moulin, un hermosísimo castillo rodeado de un foso con agua (véanse fotos), casi de cuento de hadas. En los jardines del castillo hay un poco interesante museo de la fresa. El calor era bochornoso y la vegetación del castillo se veía angustiada¡¡¡

El castillo de Moulin se encuentra en una comarca conocida como Sologne, un territorio salvaje y tranquilo en el que abundan los bosques de caza (bien frecuentados por la realeza francesa) y los numerosos lagos y estanques. ¡El país de Sologne cuenta con más de 2.800 estanques!


Mapa en mano, y curso arriba del río Cher, en dirección sureste, nos dirigimos al Berry. El Berry fue una provincia de Francia durante el Antiguo Régimen (antes de la Revolución Francesa) con capital en Bourges. Tras la reforma territorial de 1790 su territorio se dividió entre los departamentos de Cher, Indre, Loira y el de Loir y Cher, las cuales forman parte de la Región Centro. Incluso hay una lengua que se denomina frecuentemente patois, llamada berrichon, que está en vías de extinción, pero de la quedan algunas palabras de uso común.
Ya en el Berry pasamos por un hito bien anunciado en la carretera (como corresponde a los franceses, que lo anuncian todo), que dice ser el Centro geométrico de Francia, el punto que divide la Francia del norte, de tejados de pizarra, y la Francia del sur, de tejados rojos.
Guías y mapas en mano, nos dirigimos hasta la Abadía de Noirlac (véase foto) un monasterio cisterciense fundado en 1136 y actualmente secularizado, restaurado y convertido en museo (desde 1909 es propiedad del departamento de Cher). La visita mereció mucho la pena, no solo por la abadía y su perfecto estado de conservación, sino por el sitio en que se encuentra y sus jardines, donde destaca una colección de antiguos tilos francamente espectaculares.


Cansados ya de coche, decidimos hacer noche en el pueblo de Saint-Amand-Montrond, un pueblo de tamaño medio, en perfecto estado de conservación y homogeneidad, con casas de tejados rojos, donde dormimos (Hotel de l’Ecu, un bonito y modesto hotel en una casa palaciega), cenamos y paseamos, sin prisas, como corresponde a un tranquilo día de transición.
A la mañana siguiente, y siempre con rumbo sureste, hicimos dos visitas más en el Berry. Primero, Ainai-le-Vieil, un bonito castillo renacentista, también con foso de agua a su alrededor y unos jardines maravillosos que invitan a estar todo el día paseando (véanse fotos), leyendo y tomándose una cerveza bajo un árbol. Segundo, el Foret de Troncais (véase foto) un extenso bosque de robles, algunos de ellos centenarios.
Ya de vuelta a la autovía que nos conduciría a Clemont-Ferrand, Lyon y Chambery, pasamos por pequeñas carreteritas y pueblos preciosos y tranquilos, en perfecto estado de conservación, pequeños ríos, tierras de cultivo y pequeños bosques.

La sensación que me queda es la de una Francia interior bien conservada, tranquila, no masificada, de muchísima vegetación y agua, digna de ser visitada de nuevo, aunque en otro plan. Quizás una Veloroute en el Berry?
Incluyo el Berry en la agenda, y la promesa de volver alguna vez más por el Centro de la France….

III Veloroute: El Canal Nantes-Brest


Emmenez-moi au bout de la terre
Emmenez-moi au pays des merveilles
Il me semble que la misère
Serait moins pénible au soleil


Reflexiones sobre el Canal de Nantes a Brest

El Canal de Nantes a Brest (CNB) es el canal de las dos mentiras y media.

A pesar de su nombre, no es un canal que conecte ambas ciudades de la Bretaña francesa. Siempre entendí que “Canal” es un cauce artificial . El CNB es realmente un entramado de emblemáticos ríos de la Bretaña (Erdre, Isac, Oust, Blavet, Doré, Aulne) conectados entre sí por vías fluviales artirficiales (canales). Así que realmente deberíamos llamarlo “vía fluvial Nantes-Brest”.

Por otro lado, el CNB no acaba en Brest, sino en Chateaulin, donde empieza la ría del Aulne y donde se encuentra la esclusa nº 237, y que queda a unos 50 km de Brest.

Y en tercer lugar, no queda claro que el CNB comience en Nantes. Es cierto que en Nantes, en la conexión del río Erdre y el Loira, hay una exclusa que han nombrado como exclusa nº1 (Saint-Felix). Realmente el primer tramo de canal artificial está cerca de Nort-sur-Erdre, donde se encuentra la denominada exclusa nº 2 (Quiheix), donde el canal y río Erdre conectan sus aguas.

Según esto el CNB debería de llamarse “Vía fluvial de Nort-sur-Erdre a Chateaulin”, pero sería un nombre muy farragoso y muy poco conocido. Con el nombre de Canal de Nantes a Brest, todo el mundo en Francia lo conoce, y además “suena bonito”.

En su época original un barco podía ir de Nantes a Chateaulin (o a Brest, si continúa por el mar). Desgraciadamente esta bonita idea ya no es posible por dos razones: 1) En medio de esta vía fluvial hay una enorme presa (Lac de Guerledan) y no hay exclusa para salvarla; 2) Un extenso tramo del canal se encuentra en desuso, con sus esclusas abandonadas, oxidadas y sin escluseros.

Lo que sí es cierto es que el CNB se puede recorrer en bicicleta desde Nantes a Chateaulin sin más dificultades técnicas que el esfuerzo de tener que recorrer unos 360 km.

La Bretaña es tierra de colinas, lo que hace que el CNB no sea plano. De hecho, salva unos 555 m de desnivel. Para ello se usan 238 esclusas (la 237 está repetida, pues hay una 237 bis), y cuenta con tres pasos de cambio de pendiente (a 20 m, a 129 m y a 184 m de altura), puntos en los que las esclusas y el sentido del agua cambian de sentido. Obviamente, en estos tres puntos hay 3 reservas de agua que alimentan el CNB hacia ambos sentidos, ya que, como es obvio, el agua por si sola no puede hacerlo. En definitiva toda una obra de ingeniería, que se planteó en 1627, de la que se puso la primera piedra en 1811 y se finalizó en 1842. El CNB que atraviesa trasversalmente toda la Bretaña interior.

Hoy día el CNB es un interesante atractivo turístico de Francia, bien para recorrerlo a bici o en barco algunas de sus partes, o para disfrutarlo puntualmente mediante la pesca o incluso alquilando alguna de las antiguas esclusas.

En España solo conozco un ejemplo de algo similar, el Canal de Castilla. Está en agenda recorrerlo en bici, pero obviamente, no en verano.

¿Cómo conocí el CNB? Hace 3 años, realizando la ruta alpina glaciar Chamonix-Zermat, con un grupo de franceses, un matrimonio de Nantes (Brigitte y Didier) nos comentaron que a la vuelta de dicha ruta glaciar se casaba su hija, y que para relajarse del etrés de la boda, se irían una semana a recorrer en bici el CNB. Para entonces, mi ilusión de hacer rutas en bici estaba renaciendo, así que tomé nota, y lo pasé directamente a la agenda. Hoy es una ilusión cumplida y, sobretodo, vivida.

Aproximación a Nantes

Salimos de Granada el sábado 17 de julio a las 6 de la mañana con la furgo de Antonio. En esta ocasión el grupo velorutero era pequeño: Jesús, Antonio, Jose, Mónica (que nos esperaba en Nantes) y yo. Por las Landas francesas contemplo los terribles estragos del incendio forestal de hace dos años. Llegamos en torno a las 7 de la tarde a Saintes de la región de Poitou-Charentes, una bonita ciudad francesa que ya conocíamos, donde teníamos previsto dormir. Un maldito festival de música clásica llenó todos los hoteles. Así que decidimos ir al siguiente pueblo. Había tres hoteles y también todos llenos. ¿Qué está ocurriendo? La recepcionista de un peregrino hotel de carretera nos dijo que había un famoso festival en Niort y que estaría todo completo en muchos pueblos a la redonda, y que nos aconsejaba llegar a Nantes. Dicho y hecho, a eso de las 11:30 llegamos, sin cenar y con algunas discusiones en el grupo, al Hotel Duquesne (http://www.hotel-duquesne-nantes.com/), cerca de la catedral de Nantes. Antonio se fue directo a la cama, pensando en hacerse un análisis de sangre al día siguiente (buen estado para comenzar la Veloroute !!!), mientras que Jesús, Jose y yo nos ponemos a buscar como locos algo para cenar a las 12 de la noche en Francia. Tarea cuasimposible. De repente vemos un banderón de España en una callejuela. Efectivamente, era un bar español, el más lleno y ambientado de todo Nantes (lo cual no es decir mucho, pues Nantes estaba medio muerta). Allí nos dieron unas pésimas tapas carísimas. Hicimos charla con un rumano y un moldavo que habían trabajado en España y que ahora se habían ido a Nantes a trabajar en la construcción. Quizás lo más interesante de esa charla fue su idea de que en Francia las casas son bonitas por fuera pero muy mal construidas por dentro ¿serán así los franceses? Ah, también es de destacar lo famosos que nos hemos vuelto los españoles al ganar el mundial. Y el Tour, y el tenis, y todo….

Al día siguiente nos dedicamos a hacer turismo en Nantes, a recibir a Mónica que llegó de Tours en tren y a cenar “pímparamente” en la maravillosa Plaza Real de Nantes. Un lujo arquitectónico de Cruzy en 1790.

Día 19: Nantes-Blain (62 km)

Nos levantamos tempranito, y entre preparar el equipaje en las alforjas, dejar la furgo en el parking de la Catedral, recoger las bicicletas en la tienda Detours de Loire (http://www.locationdevelos.com/) (magnífica atención y buenas bicicletas), y ponernos en marcha, pasaron más de 4 horas. A la salida del Hotel Duquesne (en torno a las 12:30), su dueña nos agasajó con una bolsita de croisants y brioches de lo más coqueta (véase foto), así como con fotos y ánimos de “Contador, Contador, Contador”. Y justo en la puerta del hotel comienza nuestra ruta. Durante unos 500 m, justo al lado de la Catedral, el canal fue cubierto hace unos años por un parking y un paseo (el Souterrain de l’Erdre). Estas barbaridades urbanísticas son más propias de España que de Francia.

Ya en marcha, vamos dejando atrás la ciudad de Nantes. Pasamos por la Universidad y ya por la margen derecha el río Erdre este va haciéndose cada vez más y más exuberante (véase foto). Un río amplio y limpio, una vegetación variada y descomunal para los que venimos de tierras desérticas, pequeños pueblos y puertos deportivos, algún que otro castillo privado (véase foto), un calor cada vez más y más sofocante y numerosas pérdidas para encontrar el camino, nos llevaron hasta el pueblecito de Sucé-sur-Erdre, donde la ruta aconseja desviarse hacia el interior para encontrar el primer tramo de canal artificial. Allí vimos a tres chicas jóvenes que también estaban recorriendo en bici el CNB hasta Redon, con sus tiendas de campaña y todo. Una parecía tener bigote....Por un entramado de carreteras con poco tráfico, y con las indicaciones detalladísimas de un amable niño, encontramos el canal justo en la esclusa nº2. Por su margen derecha, el camino de servidumbre (Chemin de Halage), que ya nos acompañaría durante 7 días hasta Chateaulin.

Viva ¡¡¡¡

Paramos a comer (el Hide del hambre de Jose amenazaba), y el calor invitaba a una siesta inmediata. Ante nosotros, un rosario de barcos recorriendo el canal, con mucho menos esfuerzo que nosotros, y seguro que con una mejor visión. Tras superar la crisis de la siesta, nos pusimos en marcha hasta nuestro destino (véase foto). Las esclusas tienen todas su nombre. En esta zona además el canal está abierto al tránsito fluvial, por lo que cada una tiene su esclusero o esclusera. Todos y todas ellas jóvenes, probablemente para ganarse unos euros veraniegos. En ellas, uno puede entrar, pedir agua, ayuda, etc, y si tiene suerte hasta ligar con el esclusero/a. El calor era sofocante, más de 30º, nada normal por estas tierras.

Cerca de nuestro destino, en Bout-de-Bois, el canal se une al río Isac, en un pequeño pantano, donde nuestra Mónica quería bañarse. Desde este punto, el CNB es el propio río Isac, mucho más bonito y exuberante.

Con una pájara tremenda por mi parte, y tras pasar las esclusa nº 11, llegamos a las 8:30 al pueblecito de Blain, nuestro destino. Un paseo en bici con fotos incluidas al Château de la Groulaie (bonito castillo, por cierto-véase foto), y derechos a nuestro alojamiento en la Chambre d’hôtes (casa que alquila habitaciones y te da el desayuno) MMe Hécaud, a las afueras del pueblo, junto a un restaurante de carretera, por el que pasamos.

Al llegar a la casa, los dos viejitos de la casa estaban histéricos por lo tarde que habíamos llegado, pues nos iban a cerrar los restaurantes. Nos dijeron que ni nos ducháramos, en una situación más que surrealista. Pero el surrealismo no quedó ahí, ni mucho menos. Mientras éramos sometidos a la presión anti-ducha, el dueño de la casa y Mónica fueron directamente a reservar al restaurante por el que habíamos pasado. Cual fue nuestra sorpresa, que cuando vienieron nos dijeron que habían cerrado el restaurante pues había habido un tiroteo (justo al pasar nosotros con las bicis), y había 5 coches de gendarmes. Imposible creerlo. El viejo, mucho más preocupado por nuestra cena que por el tiroteo al lado de su casa, nos llevó con su coche y en dos tandas a una pizzería en el centro del pueblo, que obviamente estaba abierta y no iba a cerrar en un buen rato. Pudimos contemplar por nuestros ojos, los 5 coches de gendarmes señalando el punto exacto de los casquillos.

Perplejos por la situación vivida, cenamos “pímparamente”. Al final de nuestra cena detectamos que en la pizzería estaban las tres chicas jóvenes que habíamos visto en Sucé-sur-Edre. Nuestras ganas de hacer amigos en el canal, nos llevaron a socializarnos con las chicas. Una de ellas (la “Moustache”), le echó el ojo penetrante a Mónica…uiuiui, cuidado ¡¡¡¡ Juntos y con buen ambiente y fotos de conjunto volvimos a nuestra siniestra casa y las chicas volvieron a su camping, justo al lado del lugar del tiroteo (del que las chicas no tenían ni idea). A dormir…… y alguna a soñar....

Día 20: Blain-Redon (46 km)

Tan cansados estábamos que ni nos dimos cuenta de la cutredad de las camas. Antonio nos despertó con la noticia de que mi bici iba frenada. Vaya, vaya, vaya ¡¡¡¡¡ Ya entiendo por qué iba yo tan pájara ¡¡¡¡

Con la tranquilidad de la mañana, la señora de la casa nos hizo un magnífico desayuno, con huevos fritos incluidos. Los dueños de la casa parecían completamente otras personas. En especial ella, cuando el marido se fue, y se quedó a sus anchas. No cabe duda de que quien mete estrés en esa casa es él.

Desayunando en la casa conocimos a un matrimonio de un pueblo bretón cerca de Rohan, que estaban recorriendo 3 etapas del CNB. Nos hicimos amigos de ellos, también con el himno de “Contador, Contador, Contador”, y Antonio haciéndose pasar por el primo de Contador...

Tras fotitos con la dama de la casa, y con miles de sándwich en las alforjas, reanudamos nuestra marcha. Pronto, y por el precioso y tranquilo río Isac, llegamos a la esclusa nº 12. Un poco después de pasar la esclusa nº 16, el canal y el río Isac se separan, y justo en la esclusa nº 17, en le Bellion (véanse fotos), el canal se cruza con el precioso y amplio río Vilaine. En ese punto, paramos para descansar, echar fotos, comer, y conocer a una inquieta niña, Mariflor…..

Puestos en marcha por el canal, paralelo en este tramo al río Villaine, nos encontramos de nuevo con nuestras tres chicas, con la Moustache al frente, cada vez más y más amiga de Mónica. En Quinssignac, donde las chicas se paraban a comer, tuvimos la aparición de nuestro gran elemento socializador “typical Spanish”: la bota de vino.

Inmortalizado el acto de la Moustache bebiendo en la bota española, nos dirigimos a nuestro segundo destino, Redón, al que llegamos tras pasar la esclusa 17 bis. En Redon, un hermoso pueblo, se cruzan perpendicularmente dos canales, el CNB, y el canal del río Vilaine, que atraviesa transversalmente la Bretaña de sur a norte. A nuestra llegada a Redon nos despedimos definitivamente de nuestras tres chicas.

Allí nos alojamos en un Hotel Asther (http://asther-hotel.com/) , un hotel modesto en pleno centro. De Redon, además de lo exuberante de tanta agua, con puerto deportivo incluído, es la Abadía Saint-Sauveur, así como un pequeño y coqueto casco histórico donde tomarse una cerveza. Encontramos una bonita Crepería, donde recargamos las energías perdidas y donde probamos las pesadísimas cervezas bretonas (cervezas antipunto, antesala del sueño).

Esa noche la marcha a la cama fue escalonada. Por orden: Jesús, yo, Antonio, y finalmente Mónica y Jose, dispuestos a buscar lo inexistente en Redon-la-nuit y a perder el código para entrar al hotel…..Esa noche nos acostamos lloviendo un poco y con la amenaza de que iban a caer 2.6 litros, según Juande.

Día 21: Redon-Josselin (66 km)

Nos levantamos pronto, una larga jornada nos espera. Llueve intensamente al amanecer, pero todo apunta a que el frente ya está acabando de pasar. Tras un desayuno servido por uno tipo de padres de Salamanca, retomamos nuestra ruta. A poco de salir de Redon, el camino de servidumbre del CNB desaparece, y nos vemos obligados a irnos al otro lado del canal y marchar durante dos o tres kilómetros por un infernal camino sobre hierva medio seca (véase foto). La pesadilla acaba pronto y tras pérdidas varias, llegamos al Barrage de la Potinais, donde el CNB se une al maravilloso río Oust. Pronto llegamos al paraje conocido como l’ile aux Pies, donde el río Oust forma innumerables islas de exuberante vegetación. Dan ganas de quedarse y contemplarlo, e incluso navegarlo. En la esclusa 19 dejamos el río, y retomamos un nuevo tramo de canal artificial , que nos lleva hasta la esclusa 20, donde volvemos a retomar el río. No hay duda de que los tramos de río son mucho más bellos que los de canal. Pronto llegamos al Pont d’Oust, donde nos paramos a reponer fuerzas, y donde Antonio se da cuenta que ha perdido sus gafas de sol. El día no pintaba bien….. Para colmo algún que otro mosqueo entre nosotros en esta parada. El cansancio y el hambre, hacen aflorar los Hides ocultos… Todo está superverde a nuestro alrededor, se nota que ya estamos en la Bretaña profunda y que ha llovido la noche anterior. Pero ha aparecido un nuevo compañero de viaje, que ya nos acompañará hasta el fin de nuestra Veloroute, el viento, siempre de lado o de frente, nunca a favor. Son las cosas de ir de Este a Oeste.

El grupo se dispersa, y Jesús no viene. Teléfonos móviles revelan que ha pinchado, y que le ha pillado sin material de reparación. Jose tiene que volver a su búsqueda. Mucho tiempo perdido. El día continúa mal….

Viento en contra y cansados, llegamos al maravilloso pueblo medieval de Malestroit, donde se sitúa la esclusa 25, en la que volvemos a dejar el río Oust y retomar el canal artificial.

Pero como todo no iba a ir mal, la parada en Malestroit fue de antología. Un maravilloso pueblo medieval y el cansancio invitaban a echarnos una gran birra Stela en una terraza de la plaza del pueblo (véase foto). Casualmente fuimos a dar con un camarero de padres de Salamanca, que hablaba un cuasiperfecto español. ¿Por qué hay tanta gente de Salamanca por aquí? Pronto llegaron a la plaza nuestro matrimonio amigo de Rohan. Los invitamos a sentarse en nuestra mesa, a tomarse unas birras, y a beber de la bota hispánica. Y por si fuera poco, llegó otro grupo de franceses que vimos en Blain. Bota socializadora en mano (véase foto), y a ritmo de “Contador, Contador, Contador”, nos fuimos haciendo con todos los franceses y con la plaza del pueblo. Momento inolvidable….

Por si fuera poco, tras nuestra cerveza, nos fuimos a hacer un pick-nick junto a la esclusa 25, en la unión del canal y el Oust, en un entorno envidiable, todo verde, rodeados de agua y de muy buen ambiente. Que gozada ¡¡¡¡

Tras una microsiesta, tuvimos que afrontar los restantes 25 km. Pero el día había salido rana, pues a poco de llegar a nuestro destino, pincho. Segunda pinchada del día….

Recorridos los 25 km, y por el río Oust que habíamos retomado en la esclusa 27, llegamos de manera triunfal a nuestro destino, Josselin. Un río magnífico con niños pescando y un castillo soberbio nos dieron la bienvenida para hacer estiramientos y las fotos de rigor sobre la esclusa 35 (véase foto).

Fue fácil encontrar el Hotel France, en plena plaza de Notre Dame, donde se encuentra la basílica. Un pueblo precioso donde los haya, bien conservado, y con un cierto ambientillo en sus bonitos restaurantes y terrazas de la plaza. Un hotel cutre y viejo, con una señora histérica y loca, empeñada en que le pagáramos lo antes posible. Mónica la convenció de que no le diera la habitación con cama para muñecas que le había tocado, lo cual era incompresible pues el hotel estaba casi vacío.

A nuestra llegada, Antonio se da cuenta de que la cubierta de mi bici estaba jodida, con un pepino que le provocaría explosión de un momento a otro.

Cena opípara, mucha birra y una noche incierta…..

Día 22: Josselin-Pontivy (52 km)

Nos levantamos relajadamente (la etapa hoy era más corta), y tenemos un desayuno conflictivo con la tía del hotel, intentando que nos pusiera pan normal y alguna que otra pieza de mantequilla. Menuda rácana ¡¡¡ Pero Mónica con su empeño, lo consiguió.
.
No nos podíamos ir de Josselin sin subir a la Torre de la Basílica, y visitar el Castillo, un castillo privado, en manos de la familia de los duques de Rohan. Curiosamente los guías de toda la ciudad eran unos voluntarios jovencitos y jovencitas. Buen atractivo turísitico, sin duda....

En nuestro paseo por el pueblo, nos volvimos a encontrar con nuestro matrimonio amigo de Rohan . Fotos y más fotos ¡¡¡¡¡ y Contador, Contador, Contador….

Tras comprar una cubierta nueva para mi bici y un billete de avión para que Antonio volviera a Granada, retomamos el canal bien pasada la una de la tarde. A nuestra salida del hotel (véase foto), su jefe, un francés de origen turno, nos agasajó con fotos y birras para el camino. Su simpatía y generosidad no hacían más que poner furiosa a la loca del hotel. ¿Qué relación tendrían entre ellos? Oficialmente eran primos…. , pero no nos lo creemos....

Ya en el canal, nos metimos 18 km sin parar, como balas, y siempre junto al río Oust. En nuestra parada para reponer fuerzas, llegan nuestro matrimonio amigo de Rohan (véase foto), que nos invita a acompañarlos a la Abadía de Timadeuc, a medio kilómetro en cuesta, y de cuya existencia no teníamos constancia. Nuestra visita a Timadeuc fue un éxito total. Nos recibió su monje relaciones públicas y cajero del enorme super de productos monacales que tenían. Hay que aprovechar el tirón turístico del canal ¡¡¡¡¡ Allí compramos queso, miel, visitamos la iglesia de la Abadía, y nos echamos miles de fotos en la puerta, con el monje y nuestros amigos (véase foto). El monje, siempre a grito de Contador, Contador, Contador y Mónica, Mónica, Mónica… uiuiui.

Reanudamos nuestra marcha, y en poco, por el Oust, llegamos a la esclusa 52 donde se encuentra el pueblo de Rohan. Allí se separaron nuestro matrimonio amigo, no sin antes invitarnos a una soberbia cerveza en un bareto de carretera. Que pena no volverlos a ver….
Desde Rohan, el río Oust comienza a subir considerablemente, lo que obliga a que las esclusas estén mas cerca. Desde la esclusa 57, estas se suceden muy rápidamente, en un paraje natural fantástico y muy fotogénico. Llegamos a la esclusa 78, la última de subida, donde tras un llaneo de varios kilómetros, comenzamos a bajar como balas (qué gozada ¡¡¡). Una nueva sucesión de esclusas consecutivas (véase foto), nos lleva vertiginosamente y en bajada continua hasta nuestro destino, Pontivy, en la esclusa 107.

En Pontivy se puso a llover copiosamente (chubasquitos de verano). Pero ya habíamos llegado a nuestro hotel, el Aux Berges du Blavet (http://auxbergesdublavet.com/), que traducido al español quiere decir, "a los márgenes del Blavet". Y es que en Pontivy el río Oust se cruza con el río Blavet. Es este último el que teníamos que seguir al día siguiente.

Un modesto y viejo hotel con unas fantásticas camas y un simpático dueño que nos dejó meter las bicis en su cochera, en un pueblo con poco ambiente nocturno, como la mayoría de los pueblos franceses. Noche para olvidar….

Día 23: Pontivy-Gouarec (43 km)

Un paseo en bici por Pontivy y su bonito castillo (Castillo de los Rohan) (vésae foto), son la antesala de este quinto día de ruta, uno de los más cortos. Nuestro objetivo, un pequeño pueblito del que no tenemos mayores referencias y un nuevo alojamiento en modalidad de chambres d´hôtes.

En Pontivy, no sin alguna que otra vueltecilla y con el GPS en mano, tomamos el río Blavet, continuación del CNB, un río igualmente exuberante, de márgenes y aguas muy bien conservadas. De una atacada nos metemos 20 km hasta la esclusa 119, contemplando con tristeza que las esclusas del río Blavet están abandonadas, y que poco a poco cada vez va teniendo menos y menos agua, dando un aspecto un tanto deprimente. El motivo es la presa de Guerdélan. En la esclusa 119 retomamos fuerzas, junto a la prepresa de Guerdelan. Aquí el canal desaparece, lo que obliga a bordear completamente el gran embalse de agua. En dura subida y por pequeñas carreteras llegamos al pueblo del Mûr de Bretagne (el pueblo más alto de Bretaña), donde tomamos una bien marcada y acondicionada vía verde (una antigua vía del tren), que en casi contínuo descenso bordea todo el pantano entre bosques exuberantes y tierras de labor (de maiz fundamentalmente), nos llevan a retomar el canal en la esclusa 137. Supongo que las esclusas de 120 a 136 fueron engullidas por el pantano, causando además la muerte del CNB.

Cuando acaba el pantano y reaparece el canal, nos encontramos la famosa Abadía de Bon Repos, una abadía sin monjes y en ruinas, llena de turistas que han llegado allí en coche (véase en la foto nuestra entrada a la Abadía). Poco interés en la abadía, y potente birra en el bar junto al canal y con buenas vistas a la Abadía, para reponer fuerzas ante los últimos kilómetros del día por el río Blavet. En la esclusa 140 llegaos a Gouarec, nuestro destino, un minúsculo pueblo medieval muy bien conservado. A las afueras, se encontraba nuestro alojamiento, Chambres d’hötes Ty Aven (http://www.tyaven.com/), una magnifica casa regentada por un matrimonio inglés. El dueño, solo sabía decir en español inglesado “camarero, sirverme otra cerveza”, lo que hizo suponer que el negocio era una cuestión exclusiva de la mujer, Linda West, una encantadora y simpática mujer con una casa preciosa, limpia, muy confortable y con todo tipo de detalles en su decoración. Para colmo, un idílico jardín con salida directa en barca al río Blavet (véase foto). Qué gozada ¡¡¡¡¡

Linda nos aconsejó reservar para cenar en uno de los dos restaurantes del pueblo. Fallido el intento del restaurante francés, reservamos en la pizzería Le Kost ar C’hoat. La noche no había hecho más que empezar. Había que desquitarse de la triste noche anterior en Pontivy….

Nada más llegar a la pizzería, donde nos esperaba una linda mesa de madera en la terraza de la calle, Antonio descubre que el dueño (y “maestro” pizzero) habla un poco de español, pues fue durante muchos años camionero entre España y Francia. Valientemente Jesús y yo nos pedimos una pizza bretona, cuyo producto estrella son los “anduillettes”, un embutido de tripas de cordero. Cuando nos las trajeron, con unos trozos enormes de anduillettes, aquello olía directamente a intestino. El mal rollo por los anduillettes se apoderó de la mesa. Como se nos ha ocurrido pedir esto ¡¡¡¡

Tras la cena, invadimos una mesa interior donde empezamos a hablar, hablar y hablar con el pizzero, excaminonero, quien intentaba convencernos de lo ricos que están los anduillettes, típicos de la zona. De pronto empezamos a hablar del Calvados, un orujo de manzana, típico de la provincia normanda de Calvados. El pizzero nos dijo que el tema de las bebidas alcohólicas está muy controlado en Francia, y que en especial el Calvados solo se puede comercializar en dicha provincia. Nos dijo que en Bretaña también se hace de manera artesanal orujo de manzana, pero no se puede comercializar. Es ilegal su venta, nos dijo ¡¡¡¡

Como fue liándose la cosa, que al poco el mismo pizzero ya nos estaba ofreciendo la venta de “Calvados bretón” que hacían unos amigos suyos, que también estaban cenando en el restaurante. Y así fue, ni cortos ni perezosos sus amigos se fueron a su pueblo que está a 15 km de Gouarec por dos botellas de Calvados bretón. Nos las vendieron por 30 euros las dos, una de ellas con un aspecto viejísimo y que según el pizzero tenía 20, 30 o incluso 40 años, vamos, que nos estaba vendiendo una reliquia exquisita por solo 15 euros. La otra según él tenía 7 u 8 años, embasada en una botella de Ricard. La abrimos y empezamos Calvados va y Calvados viene, sin pensar que al día siguiente teníamos la etapa más larga de nuestra Veloroute.

Calentitos por el Calvados, el excaminonero, cual showman, se puso a contarnos, con unas gesticulaciones dignas de profesional, todas sus aventuritas mafiosas con los guardia civiles españoles. Según él en España todo estaba permitido ¡¡¡¡ Incluso vender Calvados ilegal ¡¡¡¡¡¡

Noche inolvidable y personaje inolvidable, que acabó con fotos de familia pizzera y de los productores de Calvados, también con el cántico de Contador, Contador, Contador…. Y con la promesa de que a la vuelta a España abriríamos la botella del Calvados ilegal de “40 años”, posiblemente podrido….

Día 24: Gouarec-Chateauneuf-du-Faou (78 km)

Teníamos por delante la etapa más larga, más de 70 km, y encima de algunos de nosotros un buen colocón de la noche anterior. Había que levantarse temprano y abandonar la bonita casa de Linda West (véase foto). Qué remedio ¡¡¡¡

Pero la despedida iba a ser por todo lo alto. Un suculento y mimoso desayuno continental para Mónica, Jose y yo, y un espectacular y grasiento desayuno inglés (fabada, tocino, huevos, chorizo, ….), para Jesús y Antonio (véase foto). La mejor forma de afrontar los 70 km, sin duda....

Amaneció un día frío y gris, pero sin amenaza de lluvia. Día típico de Bretaña. Nos propusimos no parar en al menos 30 km. Y así fue. Nada más que salir de Gouarec, el canal cambia de río, seguimos el río Doré. El paisaje es cada vez más y más frondoso, si cabe, y más y más verde, si cabe. Al llegar a la esclusa 145, encontramos algo curioso, una esclusa doble, la 146, justo en una bonita curva del río donde se puede ver la capilla Pitié. Sitio idílico. Desde ahí, en clara subida se suceden las esclusas entre una maravillosa vegetación, hasta la esclusa 159, la última de subida, y donde se encuentran los lagos de Trebel y Mézouët, que abastecen al CNB en ambos sentidos, junto con otro gran lago (el de Coronc) muy cerca de ellos. Desde este punto un bonito llaneo en pequeña subida hasta llegar al punto más alto del CNB, a 184 m de altura.

Con una breve parada para tomar agua, comenzamos a bajar vertiginosamente por una sucesión de esclusas muy próximas, todas ellas casas privadas (el canal en esta zona está en desuso), y algunas como alojamientos vacacionales. En la esclusa 204, el CNB se une a un nuevo río, el Hyère. Parada a comer, y a continuar. De repente, y a pesar del Calvados de la noche anterior, nos damos cuenta que estamos a unos 10 km de nuestro destino. Está claro que ya estamos en forma. La tarde cada vez más y más gris. En la esclusa 209, nos unimos al río Aulne, el cual ya nos conduciría definitivamente hasta el fin de nuestra Veloroute.

Intentamos combatir el aburrimiento y monotonía haciendo apuestas sobre la personalidad del dueño de la casa donde íbamos a alojarnos, de su aspecto físico, de su edad, de si vivía con mujer o no…. Apuestas de todo tipo ¡¡¡¡¡ Lo único que sabíamos es que era sueco, que la casa estaba a las afueras del pueblo, que tenía un gran terreno, y que nos había ofrecido una barbacoa para cenar, por 15 €, a la cual habíamos aceptado.

Casi cuando estamos llegando, la cubierta de mi bici que sabíamos que venía en mal estado, revienta ¡¡¡¡ Menos mal que llevábamos repuesto, pues el sabio de Antonio lo veía venir…..

Reparado el asunto, llegamos a Chateauneuf mucho antes de lo previsto (Contador, Contador, Contador ¡¡¡¡), pero a nuestra llegada, vemos con pavor que el pueblo está en encima de una colina. Hay que subir ¡¡¡¡ Paseo por el pueblo en bici, cansados y con ganas de sueco, nos ponemos a buscar la casa. Entre el GPS y los vecinos, la encontramos, desubriendo con más pavor que la casa estaba muy cerca del canal, pero a las afueras del pueblo, y que no hubiera hecho falta subir al pueblo. Lo positivo es que así, vimos el pueblo, bonito, pero no tanto como otros…. Nuestro destino no estaba en en Chateauneuf sino en la casa Kerliou (http://www.kerliou.com/), regentada por Kristian, un sueco convertido hace pocos meses en bretón.

Al llegar a la casa, por un pequeño caminito y en una tarde totalmente encapotada, tuvimos lo que se suele decir “good vibrations”. Dos hombres nos esperaban sentados junto a la entrada. De pronto nos recibe uno de ellos, el más alto y más tipicamente sueco, Kristian. El otro, Rogers, un amigo de Kristian que vive en Suecia y había venido a visitarle en moto, con la mala fortuna de que al llegar a la casa y dejar la moto en el garaje, se mareó y se calló por las escaleras, teniendo una importante lesión de cadera, de la cual estaba recién operado.

A nuestra llegada, parecía que Jose y yo habíamos ganado en nuestra apuesta…. Pero solo eran apariencias. El entorno de la casa enmarcada en una finca, era una maravilla, rodeado de vegetación, con grandes vistas de Chateauneuf y de un castillo al fondo. Una gozada. La casa, grande, con miles de habituaciones y una zona de "gaseado". Tomamos posesión de las habitaciones. Antonio y Mónica se fueron con Kristian en su coche a comprar cantidades ingentes de cerveza y verdura para la barbacoa. La tarde seguía aportando “good vibrations”.

Repuestos por la ducha, y con la cerveza y la bota de vino de Ribera, nuestra socialización era ya total, con una mezcla de idiomas entre sueco, inglés, francés y español. Cuando hay que hablar, se habla ¡¡¡¡

Llegó el barbacue moment ¡¡¡ Carne riquísima, verdura esquisita, ensaladas geniales, patatas perfectas, salsas gustosas, y sobre todo buena compañía, buena conversación y un entorno envidiable alrededor de la mesa de madera delante de la casa. Qué más se puede pedir ¡¡¡¡

Al poco de acabar el papeo, comenzó a chispear. El ambiente ya no podía ser más bretón, así que hubo que entrarse al porche, desde el que se divisaba Chateauneuf la nuit, el castillo, la finca de Kristian, etc….. Vino regalo de la casa, quesos franceses y mucha conversación y buen rollito. Y así fue transcurriendo la noche….., en la que cada uno fue yéndose a la cama cuando creyó conveniente….. Lo demás queda en el recuerdo de los que allí estuvimos, o no estuvimos, …….

Una gran noche ¡¡¡ Y tranquilos de que al día siguiente solo teníamos 30 km por delante hasta la meta.


Día 25: Chateauneuf-en-Faou-Chateaulin (41 km)

No recuerdo a qué hora nos levantamos, pero no era ya muy temprano. Con el “recuerdo” de la noche anterior, apetecía un gran “petit dejeuner”. Y así fue. Kristian, nos tenía preparado un GRAN DEJEUNER en el porche, con unas vistas fantásticas en un entorno genial (véase foto).

Preparamos alforjas y e hicimos fotos al grupo y a la casa. El momento y el lugar lo merecían. Había llegado el momento de la despedida, de las despedidas.

Aunque Mónica no pasaba por su mejor momento, todos sabíamos que había triunfado en sus previsiones del día anterior. Sin duda, la gran triunfadora de la Veloroute 2010 ¡¡¡¡ Y así la llevamos, triunfalmente hasta Chateaulin, sin prisas y con muchas pausas. El día había mejorado, y ya lucía un sol radiante.

Pero la etapa triunfal nos había guardado dos sorpresas más. La primera es que no fueron 30, sino más de 40 los kilómetros. Me equivoqué en las predicciones ¡¡¡¡ Y es que el organizador no es perfecto, sorry…. Los últimos diez kilómetros, y siempre por el río Aulne, fueron por unos meandros que se nos hicieron eternos. Para colmo, Jesús tropezó con la bici de Antonio, cayó y se fue a una zona inundada a la derecha del canal. Operación rescate del “pequeñito” Jesús, su bici, y sus alforjas. Qué susto ¡¡¡

El cansancio, el mosqueo por los 10 km de más, los excesos de la noche anterior, hicieron que nuestra llegada a Chateaulin no fuera precisamente como Contador por los Campos Elíseos. La casualidad de la vida (o el atino del organizador de la Veloroute), hicieron que justo ese día Contador se anotara su 3ª victoria en los Campos Elíseos. Contador, Contador, Contador….

A nuestra llegada a Chateaulin, el Hotel de France, donde teníamos la reserva, estaba cerrado. Había que esperar a las 6 de la tarde, lo que aprovechamos para una “pímpara” comida en el bareto del al lado (véase foto). Hotel abierto, llevamos nuestras bicis hasta el camping, donde las teníamos que entregar. Después mini siesta y cena en bonito restaurante donde nos inflamos de Moules Frites (mejillones con salsa, y patatas fritas) y una buena sopa de pescado. Mónica había decidido esperar al desayuno….

No fue precisamente una noche para recordar. Estaba claro que nuestra fiesta Fin de Veloroute había sido el día anterior, en Chateauneuf….

Madrugón, taxi hasta la estación, tren de 3 horas hasta Nantes (es decepcionante ver como en 3 horas se recorre todo lo que habíamos recorrido en 7 días…), recogida de la furgo, y directos a Tours.

C’est fini la III Veloroute