martes, 24 de agosto de 2010

Circular de la Vanoise (Alpes franceses)

Era media tarde cuando llegamos a Pralognan La Vanoise (http://www.pralognan.com/), una pequeña ciudad típicalmente alpina del departamento de Savoya, en la zona conocida como Los Tres Valles, mundialmente famosa por ser la mayor estación del mundo (aquí se celebraron las olimpiadas de invierno de Albertville en 1992), y capital del alpino Parque Nacional de la Vanoise (http://www.parcnational-vanoise.fr/).

Pralognan la Vanoise
Fue en Pralognan donde en el año 1996 comenzamos nuestra experiencia en los Alpes. En aquella ocasión llegamos de noche y con una tremenda tormenta interminable, bajo la cual tuvimos que montar una enorme tienda de campaña. Tampoco teníamos experiencia en excursiones por los Alpes, y mucho menos por travesías glaciares. Pralognan es un agradable pueblo de alta montaña, con muchas casas de madera con frondosos y floridos geranios, numerosa infraestructura turística, bien integrada en el paisaje, que en invierno se llena de esquiadores y en verano de caminantes de bonitos senderos. Abundan las familias y personas mayores o poco acostumbradas a andar, especialmente franceses. Se encuentra en un entorno fantástico, frente a unos tremendos paredones de piedra, sobre los cuales se esconden los famosos Glaciares de la Vanoise, cuyo deshielo provoca caudalosos arroyos y bonitas cascadas.

Tras encontrar hotel y contemplar con pavor que la previsión meteorológica anunciaba para el día siguiente lluvias abundantes, bajada importante de las temperaturas y nieve a partir de 2500 m, comenzamos a hacer nuestras mochilas con la idea de recorrer el Tour de los Glaciares de la Vanoise en 5 días, de refugio en refugio.

De Pralognan al refugio de la Dent Parrachée
Lluvia en la subida al Col d'Aussois
Niebla en el Col d'Aussois

Nos levantamos a las 7. El cielo encapotado. Comienza a llover abundantemente. Tenemos los ánimos por el suelo y la preocupación por las nubes. A las 8 llega nuestro taxi previamente concretado que, entre dudas, una manta de agua y un viento considerable, nos deposita en el parking del Pont de la Pêche a 1764 m. Envueltos en la capa de lluvia y con todos los “extras de lluvia” activados, llegamos, a través de un terreno desprovisto de árboles y muy verde, al refugio de Roc de la Pêche (1911 m), donde nos reguardamos y reflexionamos sobre nuestro futuro. Aunque la gente que había en el refugio (gente mayor y poco experimentada) no nos animaba a continuar, el guardián del refugio nos dijo que no había problema y que continuáramos. Aprovechando un claro transitorio, y tras cruzar el río Doron llegamos a una granja, Ritort (1971 m), donde vendían queso savoyés de producción propia y bebidas frías y calientes, etc. Desde ahí, comenzamos una muy dura subida al Col d’Aussois, durante la cual nos cruzamos a algunos grupos de excursionistas, algunos de ellos octogenarios, en sentido contrario, que nos advierten del viento, frío y niebla que hay en lo alto del puerto. Con un frío de espanto por el viento del noroeste y una granizada que nos golpeaba la cara envueltos en una espesa niebla, llegamos al Col d’ Aussois (2916 m). Tras cruzarlo, el panorama meteorológico cambió radicalmente (era ya la ladera sur, y la orografía influye mucho en el tiempo), lo que nos permitió una tranquila y soleada bajada al refugio de Fond d’Aussois (2324 m), donde nos tomamos una sopa hiperdensa, nutrititva y rehabilitadora. Desde aquí, en media hora en fuerte subida y de nuevo con la lluvia y nuestras capas, llegamos a nuestro destino: El refugio de la Dent-Parrachée (2520 m), una antigua y bonita casa de madera, situada en un balcón natural con unas vistas fantásticas hacia el gran valle de la Houte Morienne, bajo el pico más alto de la Vanoise, la Dent Parrachée (3639 m).

Bajada del Col d'Aussois
Nos recibieron una chica joven y amable y un nepalí, Kaptan, conocido por aquellas tierras como “el principe de la Vanoise”, quienes amablemente nos ayudaron a instalarnos, secar nuestras ropas y botas e incluso tomarnos una ducha caliente (nada habitual en los refugios de montaña). Toca relajación en el refugio, gran cena montañera con una pareja de belgas sexagenarios muy enamorados y preparar la ruta del día siguiente. Nuestro objetivo era llegar al Refugio del Arpont por el lago Genépy y Col de Labby (3328 m) y bajar el glaciar de la Mahure, en las faldas de la Dent Parrachée. Para ello, el nepalí nos dijo que había que levantarse a las 3:30 h. Nuestra cara era un poema. Un grupo de alpinistas de Lyon, ya pasaos de rosca, nos dijo que dicha ruta se podía hacer sin mayores problemas que la atención típica sobre el glaciar. Pero desgraciadamente, nadie del refugio la iba a recorrer. Éramos los únicos que se levantaban a esa hora.

Del refugio de la Dent Parrachée al refugio de l'Arpont

Llegan las 3:30 horas y el nepalí nos enfoca directamente con su enorme linterna, para que nos despertemos. Lo hacemos sigilosamente para no despertar a nadie. Salimos a la calle para ver el tiempo. Nevaba, hacía mucho frío y el viento del norte azotaba el refugio. Tocaba volver a la cama, y suspender la travesía glaciar.

Mormotina en el refugio
Como alternativa, nos levantamos a las 6:30 y a través del sendero GR5, en 8 horas de marcha y en un continuo rompepiernas de subidas y bajadas y no demasiado atractivo aunque sí bastante panorámico, llegamos al refugio del l’Arpont (2309). El refugio, más grande que el anterior y más moderno, está construido en un mirador fantástico, rodeado de numerosas cascadas que provienen del glaciar de l'Arpont, con gallinitas a su alrededor, e incluso una marmotina casi domesticada. Sitio de postal ¡¡¡ Toca de nuevo relajación en las mesas exteriores del refugio, tomar una buena cena montañera a la francesa, un poco de vida social en la mesa, y la planificación de la ruta del día siguiente: la ascensión al pico Dôme de l’Arpont. Durante la socialización, sacamos nuestros mapas y los compañeros de mesa nos advierten de que ya están anticuados, pues no reflejan el gran retroceso de los glaciares. Este retroceso está siendo tan rápido que mapas de 12 años como los nuestros ya no sirven.

Relax en refugio de l'Arpont
Afortunadamente en esa ocasión no íbamos a ser los únicos en recorrer la ruta. Otras dos cordadas de dos, y otra de tres, nos acompañarían. Este hecho, junto con la mejoría del tiempo y la esperanzadora predicción de tiempo excelente, nos animaron a levantarnos a las 4:00 h. La vida de alpinista es dura ¡¡¡

Subida al pico Dôme de l'Arpont

Lagos de l'Arpont al amanecer
Al levantarnos nos damos cuenta que la guardiana, con su “buen rollito”, se había quedado dormida y que no estaba puesto el desayuno. Tras llamarla y tomar un energético desayuno, nos ponemos en marcha. Era noche cerrada y había escarcha. Con la luz de los frontales y con el alba despuntando, llegamos al bonito lago de l’Arpont (2666 m). Este lago y numerosos lagos secundarios junto a él, no tiene ni un siglo de vida, y además, a diferencia de lo que marcaba nuestro mapa anticuado, ya ha quedado totalmente aislado del glaciar de l’Arpont. Desde ahí, y amaneciendo con rapidez, nos aproximamos por rocas deslizantes a la lengua del glaciar. Para acceder, tuvimos que trepar algunas piedras, e incluso, con la ayuda de otros dos montañeros de Lyon tuvimos que hacer un rapel con una cuerda. Llegados al filo del glaciar, toca ponerse todo el material (crampones, piolet, polainas, gafas, casco, cremas antisolares, etc.), a la vez que reponer fuerzas con comida energética. De las 4 cordadas, nosotros accedimos los últimos al glaciar.

Griestas visibles en el glaciar
Ya con el amanecer pisándonos los talones, remontamos el glaciar en dura subida. El hielo y la nieve estaban aún duros, como corresponde a estas horas de la mañana. A nuestra izquierda la hiniesta imagen de la Dent Parrachée, a la derecha la Dôme de Chasseforêt, y al frente, nuestro objetivo, la Dôme de l’Arpont. Llegado un momento, decidimos seguir a una cordada que había atacado la subida por la derecha a través de una pala de nieve de fuerte subida. Como la nieve estaba dura, me dio un ataque de pánico, y decidimos bajar un poco, y seguir a la pareja de Lyon por otra vía algo más suave aunque en una zona de más grietas. Esto nos provoca un cierto retraso, y llegar los últimos al Col de l’Arpont (3503 m), en plena masa glaciar de la Vanoisse. Cuando llegamos allí, dejamos nuestras cosas mochilas, y solo con el piolet atacamos la subida final al Dôme de l’Arpont (3599 m). Somos los últimos en llegar. Estabamos solos en la cumbre. Allí el panorama era magnífico. Hacia el Sur, el macizo de los Ecrins con sus glaciares colgantes, al Oeste, el valle por el que habíamos subido el primer día bajo la lluvia, al Este, el italiano Parque Nacional de Gran Paraíso, y al norte el imponente macizo del Mont Blanc. Bajo nuestros pies, la gran masa glaciar de la Vanoise. El cielo, impecable, “niquel”, como dicen los franceses.

Glaciar de l'Arpont
Iniciamos el descenso por el mismo camino y solos (el resto de cordadas iban mucho más rápido). Era ya un poco tarde y el calor importante, por lo que el riesgo de caer en una grieta aumentaba. Y dicho y hecho. En un momento determinado, por una zona completamente cubierta de nieve, noté como me hundí hasta las rodillas y se abrió un hueco que conducía al abismo…. Con la inercia de la bajada y gracias a la cuerda que me unía a Jose, que iba primero, conseguí salir sin más problemas.
Glaciar de l'Arpont

Con el agobio del momento vivido y con un calor sofocante por la reflexión solar, llegamos a la parte baja del glaciar. Ahora, tocaba salir del glaciar, cosa no trivial por la cantidad de grandes moles de piedra resbaladiza y las deslizantes jóvenes morrenas laterales. Finalmente, conseguimos bajar por una morrena lateral algo más asentada, con precaución pero sin problemas, aunque sí con incertidumbre.
Dent Parrachée desde glaciar de l'Arpont

No cabe duda, de que el calentamiento global del planeta es un hecho, y que los glaciares están retrocediendo a marchas forzadas. Esto provoca que el acceso y salida a los mismos a través de rocas deslizantes por la erosión del glaciar y morrenas de arena suelta debido a su juventud geológica, sea incierto y en muchos casos muy difícil. Personalmente, me da un poco de pánico ver como estos fenómenos geológicos (formación de lagos, avance de morrenas, etc…) se suceden tan rápidamente, en cuestión de años. Siempre entendí y estudié que esto ocurría en órdenes de magnitud de miles de años….. Quizás en otros momentos de la historia geológica del planeta, esto haya ocurrido así, y quizás no tengamos de qué alarmarnos….

Col de l'Arpont con amigos franceses
Con la tranquilidad de haber salido del glaciar del l’Arpont y de haber coronado el pico objetivo, nos pusimos a comer junto al bonito lago del mismo nombre. Cuando esto ocurre, mi cuerpo descarga tal cantidad de sustancias beneficiosas y placenteras, que me digo a mi mismo “ha merecido la pena todo el esfuerzo y el miedo; qué bien me siento ¡¡¡; tengo ganas de volver a repetirlo”. Sin embargo, me da la sensación de que las incertidumbres y miedos podrían ser menores si vamos acompañados de un guía….
Macizo del Mont Blanc desde cima Dôme de l'Arpont

Llegamos al refugio de l'Arpont muy cansados, con ganas de ducha caliente, cena y reposo. Para el día siguiente, nuestro objetivo inicial era el de llegar al refugio Felix Faure atravesando los glaciares de Pelve y de Roche Ferran. Sin embargo, las enormes dudas de cómo acceder al glaciar de Pelve y salir del glaciar de Roche Ferran, nos hicieron desistir, y retomar el familiar y plácido, aunque no glaciar, sendero GR-5.
Lagos de l'Arpont desde el glaciar

Del refugio de l'Arpont a Pralognan la Vanoisse

Nos levantamos muy tarde, a las 7 de la mañana. Desayuno en estómago hambriento y mochilón en espalda dolorida, nos ponemos en marcha a través del GR-5, un sendero que bordea a una cota aproximada de entre 2000 y 2500 m todo el macizo de la Vanoise, y que recorren multitud de personas que les gusta andar tranquilamente durante varias horas, con un moderado esfuerzo, con bonitas vistas, sobre un camino bien indicado y balizado.
Refugio de l'Arpont

A través de bonitos balcones panorámicos, de pequeños lagos y torrentes de aguas glaciares, llegamos tras unos 7 horas el refugio de Felix Faure, donde ya habíamos estado en 1996. En nuestro camino contemplamos como el acceso al glaciar de Pelve es trivial a través del vértice de una morrena bien asentada ¡¡Arrrrrgggggggg¡¡¡ ¡¡Si lo hubiéramos sabido¡¡¡ ¡¡Si hubiéramos ido con un guía¡¡¡

Vistas de la Dôme de Chasseforet
En este tipo de senderos tranquilos, conocidos y frecuentados, uno se va encontrando con personas y personajes de las más variadas fisonomías y nacionalidades. Nos llamó la atención charlar un rato con un padre y su hijo que venían de Jerusalén, una ciudad, que según ellos mismos, está completamente loca por la religión. Llamativo también que nuestra procedencia, Granada, sea conocida y admirada por todos.

Al refugio de Felix Faure, llegué muy cansado, casi al límite de mi dosis diaria de marcha. Estaba abarrotado de familias y viejitos comiendo y bebiendo. Desde allí, contemplamos con pavor que la salida del glaciar Roche Ferran, que pretendíamos atravesar, debida a su gran retroceso, era más que comprometida. Quizás nuestra decisión había sido la correcta ¡¡¡¡ De lo contrario, quizás hubiésemos tenido que llamar al 112 para que nos rescatara….

La Grande Casse
Tras un pick-nick en el refugio, iniciamos las dos horas de descenso hasta Pralognan por un camino que ya conocíamos de 1996, siempre tiendo a nuestra derecha o a nuestras espaldas, la imponente mole de la Grande Casse (3855 m) y su bello glaciar colgante.

Hotel Valle Blanche (Pralognan)
Llegados a Pralognan, nos alojamos en el pequeño y familiar Hotel Valle Blanc, donde, por cierto, cenamos de maravilla. El susto de una picadura de oruga, con visita al médico y la farmacia incluida, puso la nota de pánico a esta última jornada por la Vanoisse. Tocaba volver a España y poner fin a nuestro viaje veraniego....

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