miércoles, 20 de noviembre de 2013

Nikko, el invierno perfecto


Son las 7 de la mañana en Nikko. Parece temprano, pero el sol ya pega en los cristales. Este es el país del Sol Naciente, y eso queda grabado en la mente de uno para ser recordado cada vez que amanece. Todos sabemos que es un único sol, pero el Sol de Japón es mítico.

Me asomo a la calle y tengo la primera sensación del invierno. Aun queda un mes para la llegada oficial, pero aquí en Nikko parece que ya llegó hace días. En la tranquilidad de la mañana hago una foto exterior de nuestra casa de camas Sumica. Es imposible adivinar desde fuera, con este aspecto de cochera para meter motos de las afueras de un pueblo, que dentro haya tanta calidez, comodidad y amabilidad. El hábito no hace al monje ¡!!

Tomamos un bus mañanero para subir a las alturas de estas montañas sagradas. A la derecha siempre el Monte Nantai, un volcán que ya tiene un poco de nieve. En la subida la transición del otoño al invierno es rapidísima. Pocas hojas quedan ya en los árboles. Hemos perdido el otoño de estas montañas, y solo algún momiji nos sorprende con su color rojo. Llegamos al Lago Chuzenji, paraíso acuático enorme rodeado de manera elegante y perfecta de montañas densamente boscosas. Difícil imaginar un lago tan integrado en el bosque. Ahí el frío mañanero nos golpea en la cara, pero nuestras ganas por ver un templo al borde del lago, nos ofrecen unas fotos y unas vistas inolvidables en nuestro paseo.

De ahí proseguimos subiendo con otro bus, pensando siempre lo bueno que sería recorrer en bici todos estos parajes. Nos paramos en Ryuzu, aconsejados por la chica de nuestra pensión, para hacer una marcha de unas dos horas andando. No se equivoca en su consejo, y el paseo es uno de los más agradables que recuerdo en la montaña, a pesar de ser un invierno cerrado. Uno puede orientarse por unos mapas de montaña la mar de divertidos, muy a la japonesa. Un río lanza sus aguas entre lagos y recorre estos bosques con una limpieza difícil de superar. Me gustaría ser una de las 4 especies de truchas que habitan por aquí. Que felicidad! Parece que nadie las pesca. Los que si se sienten observados son los pájaros. Numerosos japoneses sacan sus poderosas cámaras de objetivos kilométricos, para cazar la instantánea el pájaro posándose no se sabe dónde. Las cascadas nos sorprende, pues aunque anunciadas, no esperábamos gran cosa de ellas. Vamos subiendo poco a poco, y el invierno es cada vez más invierno. Cercanos a nuestro destino final de la marcha, unos compañeros nos sorprenden. Un grupo de cuatro monos se nos acercan peligrosamente, deseosos de nuestras comidas, que aunque escasas parecen que les seducen. Me da miedo. Se tirarán? Fui prudente, y no les intenté echar una foto.

Al fin llegamos al lago Yunoko, en cuyas orillas comimos un bocata. Este lago es otra maravilla paisajística integrada en montañas poderosas, ya con algo de nieve. Pero la gente viene a este lago por otra razón, las fuentes termales, y sus onsen, o baños termales. El olor a huevo podrido recorre las calles Yumoto, un lugar plagado de hoteles con onsen. Japón no se puede entender sin sus baños públicos. Hay tres tipos, onsen, sento, y supersento. El onsen es el de aguas termales naturales, y suele ser exterior, rodeado de exuberante naturaleza. El sento es agua calentada artificialmente, y puede estar en cualquier ciudad. Es modesto, cuesta barato, y ofrece solo baños. Hay muchos en Tokyo. El supersento es la versión moderna y ampliada del sento, con aguas calientes artificiales, pero con muchas pozas, exteriores e interiores de diferente temperatura, sauna, salas de relajación, yoga, masajes, etc. Nosotros hemos ido varias veces a uno en Azamino, en el que lo que más me gusta es la cama sobre agua caliente en movimiento. Es una gozada, y algunos hasta se quedan durmiendo y roncan. Pero todos los onsens o sentos tienen en común dos cosas. Una es que se está desnudo, habiendo una zona para mujeres y otra para hombres. A la mayoría de la gente no le da vergüenza, aunque algunos se tapan minimamente, pero con poca efectividad. Para los japoneses lo de ponerse desnudo delante de otra gente es algo muy asumido en la cultura. Nada que ver con nosotros, muy influenciados por la religión. Lo veo como algo positivo, pues uno se siente mejor bañándose desnudo y además es una muestra de que todos somos iguales. La otra cosa en común es que uno se debe asear antes y después de los baños, además intensamente. Para eso hay unos asientos de plástico frente a unos espejos y grifos con gel y champú. Ahí uno debe de frotarse durante un largo rato. Muchos japoneses los hacen con gran maestría, con unas habilidades con la toalla difíciles de seguir en sus movimientos.

Es imposible tomar fotos en un onsen. Pero si ponéis en google “sento” u “onsen” os podéis hacer una idea. Para los japoneses esta tradición es irrenunciable. Van en masa, en familia, y muy a menudo. Ya dije que los japoneses trabajan mucho, pero además tienen sus cosas en las que invertir su tiempo libre, que es más del que nos creemos.

Tras nuestra gran relajación en el onsen (uno no puede venir a Yunoko y no bañarse con cero grados en el exterior), tomamos el autobús de vuelta. Parecía haber acabado el día, pero aun nos quedaba un último plato fuerte. La carretera de bajada a Nikko, la carretera Irohazaka, diferente, afortunadamente, a la de subida. La foto habla por sí sola, aunque como podéis adivinar fácilmente, no la eché yo. Me era imposible. Lo impresionante es que íbamos en un autobús urbano, como los de la Rober de Granada, que además iba repleto de gente hasta en el pasillo. Cada curva tiene su numerito y una plaquita, así que uno puede contarlas. Hasta donde pude contar, vi más de 50 supercurvas.

A nuestra vuelta a Nikko nada mejor que una despedida calurosa con la gente de la pensión, constatando una vez más nuestro gran acierto y que todas sus recomendaciones de qué hacer en Nikko y en sus montañas fueron ciertas y sinceras. Tomo nota una vez más de la lección.


Abandonamos Nikko en un tren directo a la vorágine de Tokio, con ganas de volver a estos parajes y echarse un onsen con una buena nevada en el exterior. Pero por ahora toca volver a hacer la maleta hacia lugares muy diferentes…. 






















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