domingo, 17 de noviembre de 2013

Nikko, el otoño perfecto

Tokyo agobia. Los empujones y carreras en los trenes más. Necesito montañas y colores. Necesito aire fresco.  El momiji ha llegado un año más a este gran país. Para los que nos gusta el otoño, Japón es un tesoro. No me canso de pasear por estos lugares viendo el color de los momiji. La magia de lo efímero del rojo de estos árboles realza incluso aun más su elegancia. Es mi árbol preferido. Qué lujo ser enterrado entre este árbol. Qué bonitos cementerios. Japón no se entendería sin sus arces rojos de noviembre y sus sakuras blancos de abril. Qué bonito que un país valore tanto a sus árboles y su belleza. Que buen gusto tienen.

Hoy sábado hemos venido a Nikko, a unas dos horas en tren al norte de Tokyo, una ciudad pequeñita patrimonio de la Humanidad por los templos que alberga, envuelta por unas montañas cargadas de bosques cerrados, ya en transición del otoño al invierno, y que forman el Parque Nacional de Nikko.

Las fotos hablan por sí solas. Si algo no se me olvidará será el paseo por ese cementerio de tumbas envueltas de arces rojos japoneses. Ya dije que los culturas se aprenden muy bien en los cementerios. Algunas tumbas con latas de cerveza, otras con tazas de Doraemon, pero siempre el arce japonés presente para adornar la vida de este pueblo, y todo junto a un río que despeña aguas transparentes como no más, de las primeras nevadas que llegaron con los tifones del otoño. Al otro lado, un paseo inigualable te lleva a unas inquietantes estatuas de budas con gorros rojos de ganchillo.

Aun algunas tradiciones perviven, a pesar de la invasión del turismo por las declaraciones de patrimonio de la humanidad, como la de esa viejita que se ve cogiendo agua de unos grifos callejeros, o la de esos señores que van a cenar con traje tradicional, sin importarle los casi bajo cero de la noche de Nikko.  

Hoy toca relajarse y hacer del sábado un viernes, hacer noche con la rica cerveza japonesa, esa que se llevan hasta la tumba. Mañana no hay que trabajar. Puedo beber. Pero hace frio, y pega el ramen, esa especie de cocido pero sin garbanzos, que tan inmerso está ya en esta cultura. Y todo con esas guiosas (empanadillas chinas) que tan bien hacen por esta prefectura, y ese pollo frito que casi es el del Puente de la Cerrá.

Hoy dormiremos en un modesto camastro, en una pensión llevada por dos chicos y una chica, que todo te lo hacen más fácil y ameno. Es el paradigma de cómo un sitio tan modesto te hace sentir mil veces mejor que un hotel de cinco estrellas lleno de celebridades. Antes de ir a la cama, en esta noche heladora del ya cercano invierno, nada mejor que te echen las cartas japonesas y te salgan bien. Hay que irse a la cama con la mente bien tranquila, por que mañana toca subir estas montañas y descubrir otra de las grandes aficiones de la cultura japonesa…..


Ah, hoy nos hemos encontrado desesperadas buscando alojamiento en Nikko a una chica de Barcelona y otra de San Sebastián, que llevan viajando desde Julio, por países del sudeste asiático, y que tras su ruta japo, se van a cooperar unos días a Filipinas. Bravo por estas chicas!!!


















































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