lunes, 19 de diciembre de 2011

I want to say Good Bye

Volví del Gran Cañón a mi guarra y fría casa californiana, no sin sufrir los 700 km de viaje durante más de 8 horas, con nevadas y quitanieves incluidas en las altas planicies de Arizona. Yo siempre pensé que en Arizona no nevaba, y que era un desierto infernal de calor, pero nada de eso, el invierno es terrible y hay estaciones de esquí. Salí con 30 º F y llegué a Los Ángeles con 65 ºF, con una tarde estupenda de sol para pasear por la playa. Con razón la gente vive en California y no el Gran Cañón¡¡¡¡ 

A mi vuelta, durante más de 200 millas, atravesé por su parte más ancha el gran desierto del Mojave, parte en Arizona, pero gran parte en California. La imagen, muchas veces vista en las películas, era la de una carretera perdida en la nada, en el infinito, con plantas típicas del desierto, yendo casi siempre en trenes antiguos larguísimos de vagones de mercancías. Vino a mi mente esa imagen que siempre tuve del desierto americano. En un momento dado crucé el Rio Colorado, justo al pasar de Arizona a California, que en esta zona del desierto baja con muy poco glamur, y salvo los carteles, nada te hace pensar que es el mismo río que ha cruzado tan grandiosos cañones millas arriba. En este caso parece que “el hábito si hace al monje”, pues el Colorado es poco más grande que el Guadalquivir, no nos engañemos.

En mi viaje de vuelta una anécdota graciosa. A unos 100 km de LA me paro a echar gasolina, y el chico de la caja me pregunta algo cuando le doy mi tarjeta de crédito. Yo, creyendo que me peguntaba si tenía carnet de esa red de gasolineras, le dije un NO rotundo, sin contemplaciones ni dudas. Empezó a reírse y también la otra cajera y la gente de la cola. Era evidente que había metido la gamba. A esto que me repite lenta y caballerosamente, “Can I see your ID”, ahhhhhhh, y le enseño el DNI, al fin¡¡¡ El chico, rojo como un tomate, me dice “Es usted la primera persona en mi vida que me ha respondido que NO me va a enseñar su DNI”. Le respondí muy convencido y sereno “bueno, ya tienes una broma que contar a tus amigos”. Bueno, como veis, a pesar de mis tres meses, mi inglés sigue dando pie a la coña…. Sigo sin entender muchas cosas, pero lo que he perdido completamente es la vergüenza al ridículo, cosa importante para los idiomas.
Se acaban así mis viajes por estas tierras americanas, y se acaban aquí también las crónicas de este importante periodo de mi vida, llamado oficialmente estancia de investigación, de tres meses menos una semana, aunque hoy me ha dado la carta el Director del Departamento (ese que me encontré en pelota en las duchas de la piscina) firmándome como si hubiera estado tres meses.  Esta última semana la dedicaré a analizar resultados con Kanji, a hacer algunas compras de última hora, y dar mis últimos paseos por la playa.

No voy a hacer balance en esta última crónica de lo que han sido estos tres meses, pues creo que leyendo crónicas pasadas a uno le debe quedar claro, y creo estar convencido de ello,  que los objetivos se han cumplido con creces, aunque por supuesto, no sin un terrible esfuerzo.
Pero sí voy a hacer una confesión. Para mí era un tremendo reto, a la vez que un enorme deseo desde hace muchos años, casi una obsesión, venir a este país. Muchos profesores de mi entorno lo habían hecho, y para un investigador venir a la primera potencia investigadora del mundo es casi una necesidad en sí mismo. Siempre estuve muy acomplejado por el inglés. Y siempre vi que en mi vida profesional quedaba un hueco importante por rellenar. Siempre me acordaba con envidia como nuestro amigo Norberto se largó de España cuando acabamos la carrera, sin tenerle miedo a nada, en aquel año 90 donde no había Erasmus, ni compañías de bajo coste, ni internet, ni facebook, ni google. Siempre lo quise imitar, pero no llegó el momento, nunca llegaba el momento, por el maldito miedo al inglés. Era más cómodo quedare en España. Las cosas me fueron en general bien, por lo que estrictamente no me fue necesario realizar esta estancia, pero siempre tenía ese complejo en mi cabeza, siempre era el que no había salido, el que no había ido a Estados Unidos. 

Esta estancia llega en un momento oficialmente tardío en mi vida, pero no desde el punto de vista de mi madurez personal y profesional, que ha llegado en su justo momento, casi en la teórica mitad de mi vida, en el que, gracias a esa madurez, he conseguido aprovechar con gran profundidad mi trabajo en UCLA y reflexionar con honestidad sobre mi pasado y mi futuro en las infinitas horas de soledad que he tenido en playas, bosques, desiertos, casinos y cañones de California, Nevada y Arizona. 

Realmente antes de conseguir la plaza de titular realicé una estancia similar en Paris. En aquel momento mi inglés era nefasto, y mi francés algo menos, pero me podía defender. Ese fue el criterio para elegir el país donde ir. En aquel momento, en el año 1997, mis largos trayectos en tren desde la Cité Universitaire donde residía hasta la Universidad de París XI donde trabajaba, así como mis paseos en solitario por el Trocadero, Los Campos de Marte y los Jardines de Luxemburgo, me hicieron también meditar mucho sobre mi presente y futuro en aquel momento. De hecho, estoy convencido de que en aquel momento maduré los dos importantes y profundos cambios que se sucedieron dos años atrás, uno en lo profesional entre los años 1998 y 2000, y otro en lo personal el año 2000, como todos sabéis. Es posible que ahora, coincidiendo además con un momento terriblemente difícil para la investigación en España, y de profunda madurez y realización en lo personal, esta estancia pueda ser la precursora de nuevos, profundos y positivos cambios en mi vida, como lo fue aquella de París. Así sea.

Mi última foto, y única en esta última crónica de despedida, la quiero dedicar a la persona que humildemente me aceptó a formar parte de la comunidad universitaria de UCLA, y con la que he compartido mis momentos científicos día a día, sin agobios, sin horarios, con reflexiones, y sobre todo, con generosidad e ilusión. Sin él, sin duda, esto no hubiera sido posible. Gracias, Kanji. Nuevos retos nos esperan ¡¡¡¡

California, I hope to see you later….. pero ahora, tengo ganas de volver…..aunque por supuesto este blog nunca cierra por vacaciones.


sábado, 17 de diciembre de 2011

Kaibab Trail


Hoy he cenado en un mejicano. De hecho la presencia mejicana en Arizona es incluso mayor que en California, y la mayoría de la gente que te atiende en los hoteles, restaurantes, etc, es latina. Es famoso el Sherif de Arizona por su dureza con los hispanos, hasta el punto que Obama le ha regañado y andan a grescas.

Hoy me levanté antes y decidí hacer gran parte del South Kaibab Trail, otro famoso sendero que baja desde las altas planicies del Cañón hasta el Colorado. De hecho es el más famoso para bajar, y el sendero que hice ayer, el más famoso para subir. La gente suele quedarse a dormir en el Refugio Phantom Ranch, a pie de río, en otro oasis de los indios, que hoy he visto desde la lejanía. Alguna gente me ha dicho que hay que reservar con muchos meses de adelanto, pero otra gente había reservado ayer, o hace una semana, porque hay muchas cancelaciones. Así que he perdido la oportunidad de dormir a pie de Colorado. 

El día amaneció con un tremendo viento frío, pero en cuanto te metes en el Cañón, la cosa va mejorando. El sendero es más empinado, con zigs-zags más estrechos,  y más expuesto que el de ayer. Varias veces cambias de vertiente, viendo el Este o el Oeste del Cañón. Técnicamente es una perfección de sendero, por lo que podemos calificarlo como 10 puntos, siempre con impresionantes vistas. Hoy vi un nuevo elemento que no había visto ayer, las mulas bajando y subiendo gente, turistas. De hecho es una buena forma de bajar al Cañón sin esfuerzo, y con unas vistas incluso mejores que andando. 

Llegué hasta el mismo nivel que ayer, con estupendas vistas del Colorado, y con vistas de lo que quedaba de sendero para llegar al Refugio. La subida nuevamente se me hizo eterna, 3 horas subiendo, lentamente, muchas veces solo en medio de la inmensidad, con el único ruido de los bastones hincándose en la tierra o la nieve. Me recordó a ir en la Procesión del Silencio de Graná, oyendo los portavelas de madera chocando en el suelo.

Ciertamente el Cañón es algo majestuoso, grandioso. Me llevo un recuerdo inolvidable, aunque haya socializado menos que en Yosemite. Así que nuevamente quiero pensar en un “See you next time” mejor que en un “Good Bye forever” a este Grandioso Parque Nacional.

Mañana, si todo trascurre con normalidad, abandonaré el Cañón, y en el mejor de los casos llegaré a LA. Si no, el lunes. 


viernes, 16 de diciembre de 2011

Bright Angel Trail


Acabo de cenarme un filete estupendo de búfalo mientras escuchaba a un tipo cantando un Country tranquilito con su guitarra y su armónica tejanas, con canciones preciosas de Johny Cash y todo. El momento me ha recordado aquella cena en Zacopane (Polonia) o aquel momento glorioso de niño prodigio a la guitarra en la rumana ciudad de Sibiu este verano. En un intermedio el cantante ha venido a mi mesa, y con un típico “where are you from”,  hemos estado hablando un rato. Debo tener pinta de “raro solitario”. Cuando me iba él seguía cantando pero me ha despedido desde el escenario con un “Welcome to Arizona, and Take care”  (Cuídate). 

La verdad que me merecía un búfalo para cenar, porque me he pegado una tremenda panzá de andar, a través del famoso Bright Angel Trail. Este sendero es el más clásico para bajar desde las altas planicies del Cañón hasta el Rio Colorado. Mucha gente lo hace en caballo, y en verano es especialmente famoso por ser extenuante por el calor. No se me ocurriría hacer esto en verano, por supuesto. El premio es llegar al Colorado, pero como es complicado y muy duro subir y bajar en el mismo día, alguna gente se queda a dormir en el Phantom Ranch (un refugio) o acampando al lado con la tienda. El Phantom Ranch está al otro lado del río, por lo que hay que cruzarlo por un puente colgante. 

Pero yo me levanté tarde por que hacía muchísimo frío (-14 grados esta noche), por lo que era imposible llegar al Colorado. Así que decidí solo llegar a la Plateau Point. Ya dije ayer que el Gran Cañón tiene dos fases, probablemente debidas a dos fases geológicas. Primero un anchísimo cañón de unos 1000 m de profundidad, y luego un cañón más estrecho pero más escarpado por donde discurre el Colorado, a unos 600 más de profundidad del anterior. Pues bien, ir a la Punta Plateau a la que yo he llegado conlleva hacer solo la primera fase, 1000 m de bajada, y luego de subida¡¡¡¡ El sendero es en V, en lugar, del clásico sendero de subida a picos que es en A, por lo que el esfuerzo grande lo tienes que hacer al final, cuando ya estás cansado, lo cual es una putada gorda. Y encima por el mismo sitio, lo cual es más desmoralizante.

El sendero es auténticamente una maravilla, con un trazado perfecto en zigzag, a veces más ancho, y a veces más estrecho, de tal forma que cada vez te vas viendo más dentro del cañón, envuelto en paredones de roca roja. En un momento dado dejas de bajar,  y llegas a una zona con agua, con un río, y muchos chopos todavía en estado otoñal (ahí no hace tanto frío), donde puedes acampar y beber agua. Oficialmente la zona se llama Indian Garden. El nombre y el sitio, hace pensar que en este oasis vivían tranquilamente los indios antes de ser matados por los pistoleros. Los indios que vivían aquí se llamaban los Hualapai, de los cuales parece que aún quedan reservas. De hecho, ellos fueron los que trazaron este sendero. 

Desde ahí uno puede decidir si bajar al Rio Colorado o ir a la Punta Plateau, con carteles que te advierten de que es una decisión bajo tu responsabilidad, pues lo de bajar al río y luego volver es muy duro. Yo obviamente tomé el sendero de la izquierda, que en 45 minutos de llaneo me llevó a la espectacular Punta Pateau, un mirador en medio de una llanura, ya en zona totalmente desértica con vegetación típica del desierto, totalmente en el medio del Gran Cañon, y desde la que puedes ver a tus pies el Rio Colorado. La Punta en una zona que se llama Tonto West. Realmente no es un río de los más caudalosos del mundo, pero es tremendamente mítico. En mi nueva vida haré un viaje en Rafting por los rápidos del Colorado. Por cierto, que cerca de mi pueblo hay un rio, El Guadalimar, que todos le llamamos el Rio Colorado, porque va por unas tierras rojas, similares a las de Gran Cañón, y cuando llueve baja rojo. Suelo ir ahí por espárragos con mi padre. El Colorado hoy bajaba verde oscuro. 

En la Punta te sientes totalmente empequeñecido, rodeado de tanta inmensidad, tanto si miras hacia arriba, como hacia abajo, en medio del desierto, en medio de la casi nada. Yo me encontré allí a una chica rumana y un alemán, que se les veía muy amorosos, y que habían dormido en una tienda de campaña en el Indian Garden. Me miró a mi bragueta fijamente y  me dijo que la tenía bajada. Le dije que no, que se me habían roto los pantalones al sentarme en el coche, cosa que es cierta, y que mi madre estaba muy lejos para arreglármelos. Le dije que no se preocupara, que llevaba abajo una malla de hacer ciclismo, y que no se vería nada. 

A mi subida tuve una gran decepción. Vi un tubo que llevaba agua al Indian Garden, lo que me hizo recordar a la falsa cascada de la Ruta del Borosa en Cazorla. Pero… fue bonito mientras pensé en los Hualapai viviendo allí. Por contra, encontré a un chico guapísimo solitario, tipo Brad Pit pero en joven, con pantalones de vestir, zapatillas de ciudad, una trenca, una bufanda de lana que le llegaba al culo y una mochilita enana de Hello Kitty. Me dijo un breve, Hello, cuando lo adelanté, ya que él estaba comiendo. Pero al poco lo vi que me pegaba una pasada impresionante, y empecé a reflexionar sobre si esto de la ropa de montaña no es más que una forma de despistar para que crean que eres montañero. Me deprimí bastante, la verdad. Yo había comprado por la mañana unas suelas de goma para los zapatos con unos pinchitos para no escurrirme en el hielo y la nieve, y había alquilado unos bastones. Por cierto, el chico que me los ha alquilado, pasota y al que no entendía un carajo porque no movía la boca de lo pasota que era, me dio un curso de manejo del bastón. Enfín, …. nunca es tarde, pero llevo usando los bastones más de 30 años. Me sentí un poco gilipollas oyéndolo, así que me lo tomé como una clase de inglés.

El Bright Angel Trial es el más típico sendero que baja al Cañon, pero hay otros, que mañana indagaré.



jueves, 15 de diciembre de 2011

El poder del agua en el desierto

Desperté rodeado de chicas borrachas, decenas de botellas de champan vacías bajo la cama y todas las fichas que había ganado en la ruleta esparcidas sobre mi ropa interior. Pero… decidí cambiar de aires, esto me aburre….

A lomos de mi Toyota tomé la ruta 93 dirección sureste, por zona desértica, como es lógico, hasta que pasados unas buenas decenas de millas crucé el río Colorado, por una zona de tierras cada vez más áridas y rojas, muchas montañas y profundas gargantas. Había bancos de niebla, dando un contraste estupendo al rojizo ambiente. Fuera un frío que pelaba, y dentro, oyendo románticas baladas americanas de navidad. El río Colorado (que nace en el estado de Colorado, en las Rocky Mountain, pero desemboca en Méjico) me dio permiso también para acceder a un nuevo estado, Arizona. Su nombre ya da un poco la idea de que por estas tierras no hay precisamente muchos cultivos de trigo. Arizona lo tenemos habitualmente asociado a dos cosas. A los indios y las películas del oeste, y al objetivo de mi próxima visita. De hecho aquí es donde se encuentran algunas de las esquilmadas reservas de indios americanos. El ambiente es la Almería desértica total. No sé por qué van a Almería a rodar las películas del oeste, esto es como millones de veces más grande. Será que a los actores españoles les pagan una miseria, o que los indios no les permiten grabar ¡¡¡.

Tras unas 60 millas llegué a la ruta 40, una clásica carretera oeste-este de los States, parte de la cual trascurre por la mítica ruta histórica 66. Puedes hartarte de comprar souvenirs de la ruta 66. Cada vez el paisaje era menos desértico, aunque árido y lleno de bosques de sabinas. Totalmente similar a los sabinares de las estepas altas de Soria y Teruel, solo que en dimensiones gigantescas. Cada vez me gustan más las viejas sabinas (y no Joaquín Sabina, chiste tonto….).  Y un elemento importante, la nieve, el palmo de nieve que cayó hace dos días, y que le da un aspecto invernal estupendo a todo. Yo creía que aquí no nevaba. La carretera, limpia impoluta. Me paré en el bonito pueblo de Seligman. Me paré por azar, a repostar y comer un bocata, y me di cuenta que es un pueblo histórico, de vaqueros, hasta con un rodeo, y con un ambiente del profundo oeste. Millas más adelante, tomé una desviación en la también bonita ciudad de Williams, con muchos servicios, y también atiburrada de nieve. Pero no paré, estaba ansioso por llegar. Seguí hasta mi hotel, por la ruta 64 del estado de Arizona, dirección norte hasta Tuyasan, minúscula ciudad de servicios, con aeropuerto y todo. Algo importante se cuece por aquí.

Dejé velozmente mis cosas, para no perder ni un minuto más, y en pocas millas más avancé hacia el norte. Pagué 25 $, pero mereció la pena. En mi cuerpo se vivía una sensación de tensa espera, de esos momentos que sabes que pronto algo grande va a ocurrir, algo magestuso iban a contemplar mis ojos. 

Dejé bien aparcado mi coche, me abrigué hasta los ojos, y tras caminar unos 100 m, estaba allí, bajo mí, bajo en un profundo abismo hacia el infinito,  el Gran Cañón, ese sitio tan mítico al que siempre uno ha querido ir. Volví a tener una sensación vivida anteriormente en otras cinco veces en mi vida, de esas que te estremecen, y que te hacen reflexionar sobre la potencia que tiene la naturaleza frente a unos insignificantes habitantes que no saben más que pelearse y luchar estúpidamente entre ellos para quitarse el dinero y gastárselo en los casinos de Las Vegas. 

Nervioso, queriendo ir a todos sitios a la vez, a todos los miradores, no paraba de echar fotos, como un loco miraba en el mapa donde era el mejor sitio para estar. Y así, emocionado, profundamente  conmovido, fui poco a poco dándome cuenta que efectivamente estaba en uno de los grandiosos lugares del planeta.
Muchas veces lo llamamos El Gran Cañón del Colorado, pero aquí la gente solo lo llama El Gran Cañón, nombre igualmente oficial, no hay otro, este es el más grande. Me lo creo. 

Ante mis ojos, una inmensidad de montañas rojizas y abruptos cortados, castigados por una de las más potentes erosiones del planeta, que durante más de un billón de años, ha dejado al rio Colorado como un hilo casi invisible desde la lejanía. 

De hecho, el Cañón no solo tiene a este rio, sino que muchos otros afluentes auxiliares forman también cañones que van a parar al principal. La caída desde la parte de arriba hasta el río (una milla en vertical) no es en absoluto vertical, sino que se hace fundamentalmente en dos fases, existiendo como un plateau (planicie) intermedio, a la vez que muchas capas de diferentes tipos de tierra y diferentes procesos erosivos. Todo, con una magnificiencia difícil de reflejar en una foto o ver en un documental, y por supuesto, difícil de abarcar. Es realmente, un sitio asombroso. 

Por si fuera poco el ambiente es el ideal, pues hace frio y no hay bruma, y las zonas altas de sabinares están repletas de un buen palmo de nieve, y no hay tumultos de turistas asomados a los miradores. Uno puede pasear tranquilo, echar fotos donde quiera, pararse, pensar, descansar, y reflexionar teniendo ante sus ojos un espectáculo inigualable. Yo llegué a eso de la 1 de la tarde, y he estado unas 4 horas paseando hasta el atardecer. Merece la pena ver esto a cada hora, por que el color va cambiando, el rojo no es siempre el mismo, y los tonos afloran por momentos.  Para colmo había nubes, que no tapaban, pero daban también más contraste en el cielo. Desde arriba se ven los extenuantes senderos que bajan hasta el mismísimo río Colorado, que por cierto es verde, pues solo está rojo cuando llueve mucho, por los lodos del arrastre erosivo.

Añado así en el día de hoy a mi mochila viajera un sexto momento glorioso y estremecedor de la naturaleza. En mis recuerdos quedan:  1) mi noche en soledad frente al Glaciar Perito Moreno con un silencio aterrador solo roto por el estruendo de los bloques de hielo en continua rotura; 2) el desplome en vertical de miles de litros de agua en las sobrecogedoras Cataratas de Iguazú; 3) Nuestra extenuante llegada al paso chileno Gardner  dentro de la vuelta a Torres del Paine, con las inolvidables vistas de la masa de hielo continental sur, paso al que nunca pensé llegar por las duras condiciones de viento, barro, nieve y aislamiento;  4) la inolvidable vista de la estilizada figura del Monte Cervino en nuestra ruta glaciar Chamonix-Zermatt; 5) y la reciente y extenuante llegada al pico suizo del Bishorn, cima tope por ahora en mi ranking, con las vistas del Weisshorn, el pico alpino más bello de los Alpes según los afamados montañeros. 

Estoy en mi cálida guarida. Fuera se esperan más de 12 bajo cero. Mañana tengo previsto recorrer uno de los famosos senderos que bajan el cañón, aunque por supuesto, no llegaré al Colorado. Hoy he estado en el inicio, y ya estoy nervioso por empezar….





miércoles, 14 de diciembre de 2011

Lujuria en el desierto


Me acabo de subir en un ascensor lujoso con una negra espectacular, con gigantescos tacones rosas brillantes, pelo ondulado, largo y negro zaíno, con un vestido negro bien ceñido, que iba a la planta 27 de mi pirámide. Yo me bajé en la 22. Tranquilos, ya lo entenderéis….No es que me haya mudado de casa, ni que Amber se haya transformado para la ocasión.

Viendo que se me agota el tiempo antes de empezar a ser ilegal en este país, decidí hacer una segunda escapada de LA. Bien temprano de nuevo, y en compañía de mi amiga Soledad, que afortunadamente no me habla, tomé la ruta 10 de Santa Mónica hasta San Bernardino (me costó una hora y media, sin tráfico y por autovía, atravesar LA), y luego la infinita ruta 15 que recorre la parte interior oeste-montañosa de los States, de Norte a Sur, desde California hasta Montana, pasando por los estados de Nevada, Utah e Idaho. Yo la tomé dirección norte, hacia la ciudad de Salt Lake City (la ciudad del lago salado), sede de la olimpiada de invierno del 2002, y gran centro financiero de los States. 

Pronto empecé a cruzar las montañas de San Gabriel, ahora ya elegantemente nevadas, en un día de frío invierno y cielo claro. El paisaje se asemeja mucho al del Norte de Granada y Murcia, cada vez más y más desértico, pero con alguna vida, como si uno fuera dejando las montañas de Segura y María a la izquierda. Pero pronto, nombres como “Carretera del Valle muerto”, “Alquilé de coches El Muerto”, o “Carretera del valle Fantasma”, dan idea de que uno va entrando en el extenso desierto del Mojave, el desierto de California, donde prácticamente no hay nada. Por un momento pienso que estoy en la estepa Patagónica, pero nada que ver. Allí hay mucha vida, caudalosos ríos que vienen de los glaciares de los Andes, ñandúes, guanacos, liebres, pájaros, pozos, ciudades oasis, ovejas, pero aquí no hay nada. La ruta, anchísima, llena de camioneros y camioneras con profundos bigotes y sombreros tejanos, te dan claramente la idea de ir hacia a la profunda América. Tras más de 200 millas, uno llega a un nuevo estado, el de Nevada, famoso por que aquí las leyes de la bebida son en general más permisivas. 

Rumbo siempre hacia Salt Lake City, uno llega a una zona aún desértica, pero menos, y rodeada de numerosas montañas, en un ambiente parecido al altiplano de Gaudix. Pero lejos de encontrar castillos medievales como el de la Calahorra, uno llega a uno de los lugares de mayor desenfreno y locura de todo el mundo. Había llegado a Las Vegas, destino de mi primer día de escapada. 

Aquí me esperaba un lujosísimo hotel, el Luxor, en forma de pirámide, fácil de distinguir desde lo lejos, dentro de la única calle famosa de esta “ciudad”, la calle Las Vegas Bulevard, también conocida como La Strip. Strip significa franja, pero Striptease ya sabéis lo que significa…

Aquí no me esperaba ni un sobre en la puerta a mi nombre, ni Mike, ni Nora, ni madalenas en la cocina, ni los osos, ni la romántica chimenea de mi cuarto. Todo lo contrario, mi entrada desde del Parking gratuito del hotel hasta la recepción, es de lo más impersonal que uno imagina, en medio de máquinas tragaperras, mesas de ruletas, de Black Jack, de poker, de Night Clubs, de tiendas, sitios de comida, de chicas con bandejas y medio culo fuera, luces fluorecentes y derroche por doquier. Despistado y abrumado cual catetillo de Graná, me equivoco y voy a un mostrador de la zona de salidas del hotel, donde una chica me dice que no es ahí, pero un viejo gay repeinado, que habrá vivido más de mil y una noches en este desenfreno de lujuria pues se nota que fue guapo en su tiempo, sale a mi auxilio y me dice, “no,no, yo lo atenderé”…. Y así fue, con tremenda amabilidad me da mi habitación 22022 (me recuerda que me ha dado un fácil número para que no se me olvide), por solo 45 dólares la noche. ¿Dónde está el truco?. El hotel, lujosísimo, lleno efigies gigantescas, de dos obeliscos (uno fuera y otro dentro) , es una gigantesca pirámide, con fachada de cristal, donde dan todas las habitaciones, grandísimas y también lujosísimas, y unas estupendas vistas al infinito desierto iluminado. 

Sin perder tiempo me voy a recorrer la Strip, que tiene unos dos kilómetros, llenos de gigantescos hoteles-casino, dentro de los cuales uno encuentra todo tipo de tiendas, más o menos caras, restaurantes, tiendas de comida basura, y sobre todo, el casino y los night clubs. De tal forma, que uno puede venir a su hotel y no salir de él, pero hincharse a comer, beber copas, gastarse todos sus ahorros en la ruleta o el Black Jack o en bolsos de Louis Voiton, o por supuesto, inflarse a bailar y follar en los night clubs. 

Entre los personajes que abundan en los casinos uno encuentra desde las numerosas viejas viciosas que no levantan el culo de las sillas de las infinitas máquinas tragaperras, hasta los tíos con aspecto de puteros con motones de fichas, fumando un puro y bebiéndose una copa en una mesa de Black Jack guiada por una despampanante chica de escote bajo, tirantes, vestido ceñido, y minifalda fosforita. Por supuesto uno encuentra gente de todo tipo. Habituales también los grupos de jóvenes apostando como locos con las botellas de cerveza y champán en la mano. Porque aquí es legal beber por todos sitios, y fumar, por supuesto. La ficha más cara que he visto es de 25000 dólares, aunque algunas mesas limitan sus apuestas a cantidades más modestas. Juegos, hay muchos, no entiendo casi ninguno. Hay ruletas con personas, y otras, que son automáticas, que tu juegas contra la máquina. A mucha gente se le derraman las botellas en las mesas, encima de las fichas y las cartas, pero, no importa. Aquí todo vale. Por supuesto, uno puede también tomar copas sin jugar, en las infinitas barras llenas de chicas despampanantes, o puede apostar a unas ficticias carreras de caballos, o apostar al futbol, etc etc…. No todas las chicas son despampanantes. En general no hay chicos guapos guiando las mesas de los casinos. Pero si callos malayos, tanto tíos como tías, muchos de los cuales suelen estar sin público. Hoy era miércoles, no era día fuerte. Parece que los fines de semana llega gente de todos los States como locos a dejarse los dólares y a hacer lo que no pueden en sus ciudades.

Si uno anda por la calle también puede alquilar un descapotable para un rato, como el que alquila una bici en el paseo marítimo de Málaga, o una Harley Davinson, o echarse una foto con los innumerables macarras vestidos de Elvis Presley, o comprar revistas porno por la calle como el que compra el USA Today o el New York Time. Yo iba solo y se ve que todos me veían cara de necesidad de echar un polvo, así que tengo más de cien tarjetitas de night clubs, con tías en pelota, que se las daré a mis amigos cuando vuelva, o a Kanji Ono que debe estar necesitado también. Pobrecitos, que mal les iría el negocio conmigo. 

Pero lo sorprendente, para mí, no es esta lujuria simplona y facilona, bien reflejo de la represión general a la que creo que está sometida la sociedad americana, sino que los edificios de esta calle, hoteles/casino, son réplica de gran nivel de las más famosas ciudades del mundo. Uno puede subir a la Torre Eifel, pasear por los palacios de Venecia, atravesar el Gran Canal veneciano, o pasear por Hollywood, o bañarse en la fontana de Trevi, o vivir el ambiente de Montecarlo, o pasear por el puente de Brookling o Time Squere a pies de la Estatua de la Libertad, o dormir en una pirámide, etc, etc… Impresionantes réplicas que te dejan boquiabierto, en este raro ambiente de locura. Y todo, o casi todo, es un 24 horas sin parar, aquí no hay horarios, no hay escusas, solo manda el dinero, y nada más. Hasta el tranvía es gratis. ¿Dónde está el truco? 

Pues el mismo que el del hotel. Todo es fácil para que te dejes los dólares. El hotel, para que vengas a sus casinos y sus tiendas, y sus chicas, y el tranvía, con sus estaciones en los hoteles, para que obligatoriamente pasees por las plazas interiores de los hoteles, la mayoría de ellos conectados entre sí. La Strip, por cierto, está llena de escaleras mecánicas, y puentes para ir de un lado a otro, y echar fotos. Todo es facilísimo. 

¿Quién ideo esta locura? Pues parece ser que los grandes hoteles casino empezaron en los años 1940, donde los millonarios empezaron a invertir aquí dinero, probablemente procedente del crimen de la costa Este. ¿O es que pensabais que esto nació de algo legal? 

El único gilipollas que parece que pasó por aquí fue un español, Antonio Armijo, que procedente de Texas, llegó a estas llanuras, con agua en medio del desierto, por lo que lo llamó Las Vegas, como la Vega de Graná ¡¡¡¡¡ La inmensa mayoría de los americanos no tendrán ni idea de que significa Las Vegas, a las que llaman unicamente Vegas.

Yo, que no he apostado ni un solo dólar siguiendo la máxima de que quien no mete gana el doble de lo que hubiera metido, proseguiré mañana mi camino hacia el Este… 

pd: no he podido echar gloriosas fotos a gente apostando, me han echado varias broncas, al parecer, por que mantener la privacidad del apostante es una máxima del casino. Se comprende.