miércoles, 14 de diciembre de 2011

Lujuria en el desierto


Me acabo de subir en un ascensor lujoso con una negra espectacular, con gigantescos tacones rosas brillantes, pelo ondulado, largo y negro zaíno, con un vestido negro bien ceñido, que iba a la planta 27 de mi pirámide. Yo me bajé en la 22. Tranquilos, ya lo entenderéis….No es que me haya mudado de casa, ni que Amber se haya transformado para la ocasión.

Viendo que se me agota el tiempo antes de empezar a ser ilegal en este país, decidí hacer una segunda escapada de LA. Bien temprano de nuevo, y en compañía de mi amiga Soledad, que afortunadamente no me habla, tomé la ruta 10 de Santa Mónica hasta San Bernardino (me costó una hora y media, sin tráfico y por autovía, atravesar LA), y luego la infinita ruta 15 que recorre la parte interior oeste-montañosa de los States, de Norte a Sur, desde California hasta Montana, pasando por los estados de Nevada, Utah e Idaho. Yo la tomé dirección norte, hacia la ciudad de Salt Lake City (la ciudad del lago salado), sede de la olimpiada de invierno del 2002, y gran centro financiero de los States. 

Pronto empecé a cruzar las montañas de San Gabriel, ahora ya elegantemente nevadas, en un día de frío invierno y cielo claro. El paisaje se asemeja mucho al del Norte de Granada y Murcia, cada vez más y más desértico, pero con alguna vida, como si uno fuera dejando las montañas de Segura y María a la izquierda. Pero pronto, nombres como “Carretera del Valle muerto”, “Alquilé de coches El Muerto”, o “Carretera del valle Fantasma”, dan idea de que uno va entrando en el extenso desierto del Mojave, el desierto de California, donde prácticamente no hay nada. Por un momento pienso que estoy en la estepa Patagónica, pero nada que ver. Allí hay mucha vida, caudalosos ríos que vienen de los glaciares de los Andes, ñandúes, guanacos, liebres, pájaros, pozos, ciudades oasis, ovejas, pero aquí no hay nada. La ruta, anchísima, llena de camioneros y camioneras con profundos bigotes y sombreros tejanos, te dan claramente la idea de ir hacia a la profunda América. Tras más de 200 millas, uno llega a un nuevo estado, el de Nevada, famoso por que aquí las leyes de la bebida son en general más permisivas. 

Rumbo siempre hacia Salt Lake City, uno llega a una zona aún desértica, pero menos, y rodeada de numerosas montañas, en un ambiente parecido al altiplano de Gaudix. Pero lejos de encontrar castillos medievales como el de la Calahorra, uno llega a uno de los lugares de mayor desenfreno y locura de todo el mundo. Había llegado a Las Vegas, destino de mi primer día de escapada. 

Aquí me esperaba un lujosísimo hotel, el Luxor, en forma de pirámide, fácil de distinguir desde lo lejos, dentro de la única calle famosa de esta “ciudad”, la calle Las Vegas Bulevard, también conocida como La Strip. Strip significa franja, pero Striptease ya sabéis lo que significa…

Aquí no me esperaba ni un sobre en la puerta a mi nombre, ni Mike, ni Nora, ni madalenas en la cocina, ni los osos, ni la romántica chimenea de mi cuarto. Todo lo contrario, mi entrada desde del Parking gratuito del hotel hasta la recepción, es de lo más impersonal que uno imagina, en medio de máquinas tragaperras, mesas de ruletas, de Black Jack, de poker, de Night Clubs, de tiendas, sitios de comida, de chicas con bandejas y medio culo fuera, luces fluorecentes y derroche por doquier. Despistado y abrumado cual catetillo de Graná, me equivoco y voy a un mostrador de la zona de salidas del hotel, donde una chica me dice que no es ahí, pero un viejo gay repeinado, que habrá vivido más de mil y una noches en este desenfreno de lujuria pues se nota que fue guapo en su tiempo, sale a mi auxilio y me dice, “no,no, yo lo atenderé”…. Y así fue, con tremenda amabilidad me da mi habitación 22022 (me recuerda que me ha dado un fácil número para que no se me olvide), por solo 45 dólares la noche. ¿Dónde está el truco?. El hotel, lujosísimo, lleno efigies gigantescas, de dos obeliscos (uno fuera y otro dentro) , es una gigantesca pirámide, con fachada de cristal, donde dan todas las habitaciones, grandísimas y también lujosísimas, y unas estupendas vistas al infinito desierto iluminado. 

Sin perder tiempo me voy a recorrer la Strip, que tiene unos dos kilómetros, llenos de gigantescos hoteles-casino, dentro de los cuales uno encuentra todo tipo de tiendas, más o menos caras, restaurantes, tiendas de comida basura, y sobre todo, el casino y los night clubs. De tal forma, que uno puede venir a su hotel y no salir de él, pero hincharse a comer, beber copas, gastarse todos sus ahorros en la ruleta o el Black Jack o en bolsos de Louis Voiton, o por supuesto, inflarse a bailar y follar en los night clubs. 

Entre los personajes que abundan en los casinos uno encuentra desde las numerosas viejas viciosas que no levantan el culo de las sillas de las infinitas máquinas tragaperras, hasta los tíos con aspecto de puteros con motones de fichas, fumando un puro y bebiéndose una copa en una mesa de Black Jack guiada por una despampanante chica de escote bajo, tirantes, vestido ceñido, y minifalda fosforita. Por supuesto uno encuentra gente de todo tipo. Habituales también los grupos de jóvenes apostando como locos con las botellas de cerveza y champán en la mano. Porque aquí es legal beber por todos sitios, y fumar, por supuesto. La ficha más cara que he visto es de 25000 dólares, aunque algunas mesas limitan sus apuestas a cantidades más modestas. Juegos, hay muchos, no entiendo casi ninguno. Hay ruletas con personas, y otras, que son automáticas, que tu juegas contra la máquina. A mucha gente se le derraman las botellas en las mesas, encima de las fichas y las cartas, pero, no importa. Aquí todo vale. Por supuesto, uno puede también tomar copas sin jugar, en las infinitas barras llenas de chicas despampanantes, o puede apostar a unas ficticias carreras de caballos, o apostar al futbol, etc etc…. No todas las chicas son despampanantes. En general no hay chicos guapos guiando las mesas de los casinos. Pero si callos malayos, tanto tíos como tías, muchos de los cuales suelen estar sin público. Hoy era miércoles, no era día fuerte. Parece que los fines de semana llega gente de todos los States como locos a dejarse los dólares y a hacer lo que no pueden en sus ciudades.

Si uno anda por la calle también puede alquilar un descapotable para un rato, como el que alquila una bici en el paseo marítimo de Málaga, o una Harley Davinson, o echarse una foto con los innumerables macarras vestidos de Elvis Presley, o comprar revistas porno por la calle como el que compra el USA Today o el New York Time. Yo iba solo y se ve que todos me veían cara de necesidad de echar un polvo, así que tengo más de cien tarjetitas de night clubs, con tías en pelota, que se las daré a mis amigos cuando vuelva, o a Kanji Ono que debe estar necesitado también. Pobrecitos, que mal les iría el negocio conmigo. 

Pero lo sorprendente, para mí, no es esta lujuria simplona y facilona, bien reflejo de la represión general a la que creo que está sometida la sociedad americana, sino que los edificios de esta calle, hoteles/casino, son réplica de gran nivel de las más famosas ciudades del mundo. Uno puede subir a la Torre Eifel, pasear por los palacios de Venecia, atravesar el Gran Canal veneciano, o pasear por Hollywood, o bañarse en la fontana de Trevi, o vivir el ambiente de Montecarlo, o pasear por el puente de Brookling o Time Squere a pies de la Estatua de la Libertad, o dormir en una pirámide, etc, etc… Impresionantes réplicas que te dejan boquiabierto, en este raro ambiente de locura. Y todo, o casi todo, es un 24 horas sin parar, aquí no hay horarios, no hay escusas, solo manda el dinero, y nada más. Hasta el tranvía es gratis. ¿Dónde está el truco? 

Pues el mismo que el del hotel. Todo es fácil para que te dejes los dólares. El hotel, para que vengas a sus casinos y sus tiendas, y sus chicas, y el tranvía, con sus estaciones en los hoteles, para que obligatoriamente pasees por las plazas interiores de los hoteles, la mayoría de ellos conectados entre sí. La Strip, por cierto, está llena de escaleras mecánicas, y puentes para ir de un lado a otro, y echar fotos. Todo es facilísimo. 

¿Quién ideo esta locura? Pues parece ser que los grandes hoteles casino empezaron en los años 1940, donde los millonarios empezaron a invertir aquí dinero, probablemente procedente del crimen de la costa Este. ¿O es que pensabais que esto nació de algo legal? 

El único gilipollas que parece que pasó por aquí fue un español, Antonio Armijo, que procedente de Texas, llegó a estas llanuras, con agua en medio del desierto, por lo que lo llamó Las Vegas, como la Vega de Graná ¡¡¡¡¡ La inmensa mayoría de los americanos no tendrán ni idea de que significa Las Vegas, a las que llaman unicamente Vegas.

Yo, que no he apostado ni un solo dólar siguiendo la máxima de que quien no mete gana el doble de lo que hubiera metido, proseguiré mañana mi camino hacia el Este… 

pd: no he podido echar gloriosas fotos a gente apostando, me han echado varias broncas, al parecer, por que mantener la privacidad del apostante es una máxima del casino. Se comprende.


























4 comentarios:

  1. Que envidia tenemos todos auí desde Los Barrios

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  2. Es lo que tiene estar lleno de prejuicios, yo te hacia en San Francisco y nunca imagine que se te hubiera perdido nada en Las Vegas.

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  3. Dani, coño¡¡¡¡ A ver si nos vemos en Navidad, hijo, que ya ni nos vamos a reconocer y mi sobrina va a hacer la comuñón y tu hijo se va a casar, ohhhh¡¡¡¡¡ Estaré entre la Torre y Granada.

    Juande¡¡¡¡ Ufff, San Francisco dicen que es muy caro... Pero tras mi nueva entrada comprenderás por que he hecho noche en las Vegas....

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  4. Si, ya imaginaba que te cogía de paso a algunos sitio y a parte de lo pintoresco si los hoteles son baratos, pues mejor.

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