El trabajo y la casualidad han querido que me vuelva a
reencontrar con Osaka, la tercera ciudad más grande de Japón, tras Tokyo y
Yokohama. Justo aquí, hace unos 5 años, y cargado de una profunda emoción y expectativas,
llegué al espectacular aeropuerto de Kansai, en una isla artificial a prueba de
tifones y terremotos. La historia de la ingeniería de este aeropuerto,
considerada una obra maestra del siglo XX, es interesantísima y puede leerse en
internet. Tras una primera fase en la que se hundió 8 m, se rediseñó, y soportó
el terrible terremoto de Kobe de 1995, muy cerca de Osaka.
Pero en esta ocasión he llegado en autobús, desde Tokyo, que
aunque no tiene el glamour ingeniero del aeropuerto de Kansai, es un cómodo y
bonito viaje para ir viendo este país desde tierra. Descartando el Monte Fuji,
al que volví a ver, me llamaron la atención cuatro cosas. Los extensos bosques de
bambú, las plantaciones de té, las lujosas y equipadas áreas de servicio, y la espectacular bahía de Nagoya, con una
enorme industria y puerto marítimo repleto de coches nuevos para exportar. Me pregunté si existe algo así en España.
La respuesta es fácil. En España no hay industria, hay turismo.
Hace 5 años llegué a Osaka por placer, y ahora lo hago habiendo aceptado con sumo agrado la
participación en la conferencia nacional japonesa de Emisión Acústica, mi
especialidad, que empieza dentro de un par de horas. Pero antes de ello, ayer
tuvimos tiempo de dar un estupendo paseo y visitar el castillo, una enorme
calle de tiendas de casi 3 km (la más larga de Japón), y el barrio de una
antigua y emblemática torre de comunicaciones, plagado de restaurantes típicos.
Osaka no es una ciudad turística, casi todo parece ser
turismo interior. La inmersión en esta
ciudad llegando de Tokyo es interesantísima. Aquí la gente parece ser más
feliz, corre menos, y habla mucho más. Es más espontánea. Hasta tienen su
propio dialecto, el dialecto de Osaka. Me imagino que será algo así como venir
del Norte de España y llegar a Andalucía. La ciudad por supuesto es mucho más
pequeña que Tokyo, y las distancias en metro son pequeñísimas comparadas con las
kilometradas de Tokyo. Es mucho más fácil moverse aquí.
No obstante, tiene sus zonas de tumultos en las estaciones
de Umeda y, sobre todo, Namba, una zona
de bullicio nocturno que hace unos 5 años me dejó bastante impresionado por la
gente rara que uno puede llegar a encontrar. Ayer ya lo vi todo mucho más
familiar, pero a uno no deja de sorprenderle ver en la puerta de un pub a una
chica de relaciones públicas con un cartel que pone “Help me”, e invitándote a
entrar. La estética de Osaka es igualmente muy diferente a la de Tokyo. La
gente viste más informal, y hay más gente tipo poligonera, especialmente los
chicos y chicas jóvenes de Namba, con unos pelos difícilmente catalogables.
Debe ser una profesión importante el ser peluquero en Japón ¡!!
Sin embargo, a pesar de las diferencias entre Tokyo y Osaka,
a uno le queda cada vez más claro que el gran pilar de esta sociedad es el
consumo exagerado. Se palpa a cada paso que das, no importa el tipo de tienda.
La comida aquí en Osaka es igualmente algo más diferente.
Son famosos los Tokoyakis, o bolas con pulpo dentro, riquísimas aquí en Osaka.
O el Okonomiyaki, una especie de tortilla o pizza de col, riquísima igualmente.
Eso ya lo sabíamos, pero ayer descubrimos que igualmente son famosas las
frituras empanadas de todo (pescado, carne, verdura…). Hay miles de bares y
restaurantes de eso.
El tiempo, al igual que otras cosas, ha pasado desde aquella
primera vez que vine por aquí. A veces uno se pregunta si es bueno repetir
destino….
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