martes, 10 de diciembre de 2013

Kyoto 2

Hoy hemos visitado el Palacio Imperial de Tokyo, gratis si haces reserva con mucha antelación, y además en una estupenda visita guiada en inglés. Japón es una monarquía, nada más y nada menos que con emperador, y además muy tradicional. En Kyoto estuvo la sede del gobierno (capital) desde 794 hasta 1868, oséa muchos siglos, hasta que se trasladó a Tokyo. Por tanto no es de extrañar que Kyoto cuente con este impresionante patrimonio, y por supuesto, el enorme palacio imperial, antigua residencia del emperador. De hecho, aún una parte del palacio se usa para visita del actual emperador, Akihito, el primero que decidió no entronizarse en este palacio, sino en el de Tokyo, ya que su padre, Hirohito si que se entronizó aquí. En concreto, la ceremonia se celebró en la zona de la segunda de las fotos.

La visita es curiosa, además de bella por los jardines japoneses también arreglados. Entre todo lo que te cuenta, llama la atención la elaboración manual de los tejados del palacio, hechos de madera de ciprés japonés, y cuya restauración lleva 20 años, pero cuya duración es solo de 25. Osea, que llevan toda la vida restaurándolos continuamente. El palacio solo conserva una parte, ya que otras fueron destruidas por el fuego, ya que todos los edificios son de madera. De hecho, antes de que la corte se trasladara a Tokyo, tras cada incendio, lo restauraban, pero al irse a Tokyo dejaron de hacerlo, así que cada vez hay menos edificios. ¿Por qué siguen haciéndolos de madera? Tradición hasta niveles insospechados...

Tras la excelente visita de palacio, donde nos encontramos con un californiano que había estudiado en Granada varios años durante la dictadura, nos fuimos a la zona del templo Ginkajuji, para desde ahí recorrer varios kilómetros del Camino de la Filosofía.

Es mucha la emoción que me produjo encontrarme con este camino, que tanto me atrajo hace 5 años, y para mí uno de los paseos más bellos en los que he estado. El camino va recorriendo a media ladera una parte de la colina de Kyoto. A lo largo del camino, uno va descubriendo barrios de casitas típicamente japonesas, entre enormes y pequeños templos, y todo con una enorme quietud y tranquilidad. Los más importantes están repletos de turistas, como Ginkakuji o Eikando, pero el resto solo están visitados por unos paseantes más tranquilos y menos agresivos, lo que deja tiempo a la meditación. El Camino de la Filosofía ¡!! Jamás olvidaré ese nombre, ese nombre que te impregna y te transporta hasta lugares de tranquilidad nada más que entras. El camino discurre junto a un canal, y está plagado de sakuras, ahora adormecidos por el frío del otoño. Cuando lo recorrí hace años los sakuras estaban amarillos y rojos, pero ahora estaban sin hojas. Debe ser impresionante pasear por el Camino de la Filosofía en pleno mes de Abril, con el olor  y color de la esencia de Japón.

A la noche, y deseoso de uno paseo postcena, me dirijí de nuevo al distrito de Gion, donde uno no se cansa de pasear entre la oscuridad y este manojo de casas de madera de otra época, en un momento que los turistas ya han desaparecido. Uno se pregunta, ¿por qué no es todo Japón así? ¿Por qué se lo  han cargado todo? La recompensa del paseo es alta. Las gueisas parecen salir en ese momento de los restaurantes y club privados, entre altos ejecutivos que seguro pagan verdaderas fortunas por verlas actuar y amenizar sus fiestas y banquetes. Salen huidizas, a todo trapo, huyendo de una sociedad mundana. Ellas están en otro mundo, en otro ritmo de la vida. El espectáculo y la emoción me impregnan de tal forma que no me queda otra que irme a soñar…










































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