miércoles, 11 de diciembre de 2013

Una lección para la historia

Otro de los grandes hitos visitados en Japón suele ser la ciudad de Hiroshima, a unas 5 o 6 horas en autobús desde Kyoto, hacia el Sur. Hiroshima está bien marcada en nuestros libros de texto de historia reciente como el lugar en que el 6 de Agosto de 1945 el bombardero norteamericano Enola Gay descargó un espantoso regalo en forma de bomba atómica.

Nosotros llegamos de noche, y la primera sensación que te da es la de una ciudad tranquila, muy tranquila, a pesar de su casi millón y medio de habitantes. A la mañana siguiente, la sensación siguió siendo la misma. Con un tranvía igualmente demasiado tranquilo uno puede llegar fácilmente al epicentro del triste suceso, totalmente devastado por la bomba y que hoy día constituye el Parque Memorial de la Paz. Lo primero que uno encuentra es el único edificio que quedó sin destruir, en el mismo estado que se quedó. Se trata de un edificio del gobierno con una cúpula bien definida y presente en los libros de texto. De ahí, el enorme parque está lleno de simbolismos de aquel momento y de proclamas hacia la paz mundial, como la campana de la paz. Uno de los más visitados es el cenotafio, detrás del cual se encuentra la llama de la paz, y que sirve para recordar a las 200.000 víctimas que directamente murieron en el triste suceso.

La población en aquel momento de Hiroshima era de unos 400.000, así que la bomba mató a la mitad de la población. El resto quedó gravemente herido, no solo de esta ciudad, sino de otras partes de Japón, por los terribles efectos de la radiactividad.

Del cenotafio uno tiene a tiro de piedra el museo del Memorial. El Museo se divide en dos partes. La histórica y la de la tragedia humana. La primera es interesantísima, y de una manera concisa y a mi entender bastante objetiva, muestra el antes, durante, y justo después de la bomba. En esta parte no faltan las fotos de los líderes mundiales que lo decidieron, y un Einstein en más que dudosa y sospechosa implicación en el asunto. Una de las preguntas que nunca me hice y que me quedaron claras es por qué se eligió Hiroshima y Nagasaki como ciudades japonesas. En realidad había  una lista de 4, pero otras dos afortunadamente no se ejecutaron por que Japón se rindió. La razón es que en estas ciudades contaban con importante presencia de bases militares japonesas de la armada, pero a la vez, no contaban con campos de prisioneros norteamericanos. De esa forma, la bomba mataría a japoneses y no a norteamericanos.

Es inevitable no emocionarse en este museo, altamente recomendado para ser visitado, y darse cuenta que tanto unos, por tomar la decisión y fabricar armas nucleares, como otros, por no rendirse ante la evidencia de que iban a perder la guerra, fueron igualmente culpables del terrible genocidio.

El museo cuenta con dos maquetas, del antes y el después de la zona, bastante bien hechas y que sirven para darse cuenta de que aquel evento produjo la destrucción total. De hecho, se pensó que no crecerían plantas en cientos de años. Afortundamante, no fue así, y la primera que creció fue una adelfa. Por eso, esta flor es el símbolo de la ciudad.

El ambiente que se respira en la ciudad es de tranquilidad total. Parece como si todo hubiera quedado paralizado en la mente de estas buenas gentes. El shock aun pervive, bajo mi punto de vista. No hace tanto tiempo, solo 67 años, motivo por el cual es de suponer que las secuelas de la radiación en los supervivientes aún sigan presentes generación tras generación. Igualmente, se ve poca población envejecida, muchos jóvenes, lo cual obviamente no es casualidad.

La zona estaba plagada de grupos de escolares que viene a aprender de su propia historia reciente todo el horror que el ser humano puede llegar a causar. Estos escolares no son más que nuevos seres humanos, así que su visita no deja de ser la mejor de las lecciones para el futuro. No hay que olvidar, hay que saber lo ocurrido, para no permitir a los gobernantes (quizás alguno de estos escolares llegue a ser gobernante) una locura de semejante magnitud.

Para mi tengo que decir que ha sido un fuerte shock emocional la visita de esta ciudad. Una cosa es leerlo, verlo por la televisión, etc., y otra cosa muy diferente es ver in situ que fue real, y muy real. Aprenderemos? La respuesta está clara. NO.

Para despedir a esta ciudad con otro sabor de boca, nada mejor que tomarse un Okonomiyaki de Hiroshima. El Okonomiyaki es una especie de pizza o tortilla típica de Japón, hecha sobre una plancha, y mezcla básicamente de col, huevo y bacon, aunque dependiendo del tipo, lleva otros componentes. Es muy popular y barato. En Japón los hay básicamente de dos tipos. El de Osaka, sin pasta, y el de Hiroshima, con pasta. A mi me gusta más este segundo. El primero lo cocinamos en Granada, y a nuestra vecina le gusta mucho. Ayer fuimos a un sitio en la sexta planta de un edificio dedicada exclusivamente a restaurantes de Okonomiyaki. Fuimos a uno que nos recomendó la casera del hostal. Y no fallamos ¡!!!! El mejor que hemos probado en Japón. Y solo por unos 4 o 5 euros. El bar es interesantísimo, con los clientes alrededor de una barra metálica caliente sobre la que los chef van haciendo velozmente los Okonomiyaki. Made in Asia total!

Seguiremos informando…




















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