Si uno está en Hiroshima no debe pasar de largo la
oportunidad de visitar una pequeña isla que hay justo frente a sus costas,
Miyajima. A ella se accede muy cómodamente en ferry en unos 10 minutos. El día es muy frío, aun con chubascos
residuales, pero aún así mis ansias de ver me llevan a la terraza del ferry a
admirar lo complicado de la geografía de este gran país, las innumerables plantaciones
de ostras, y el todavía amargo recuerdo de la visita a Hiroshima, que poco a
poco va quedando atrás.
Pero sobretodo nuestras cámaras de fotos se dirigen a la que
es la máxima atracción de esta isla, el torii gigante sobre el mar, y que da
entrada al templo shintoista Itsukushima, también construido en parte sobre el
mar. De hecho esto es el gran atractivo de esta isla, otro gran símbolo de
Japón, y cuyo significado no es más que venerar a la deidad del mar. El torii
tiene unos 16 metros de altura, y cuenta con el gran atractivo de que en marea
alta queda totalmente rodeado de agua, pero en marea baja puede llegarse a él andando.
Poco a poco uno se va dando cuenta de que Miyajima es un sitio
muy especial y encantador, con pequeñas casitas tradionales, perfectamente
integrado entre las olas y la montaña. De hecho, este lugar fue declarado hace
años Patrimonio de la Humanidad, y sus bosques son Parque Nacional.
Nosotros, aún con lluvia heladora, nos dirigimos
directamente a la que iba a ser nuestra morada durante un día en Mijayima, el
alojamiento Mikuniya, una casa renovada recientemente pero con estilo
totalmente japonés. Nuestra llegada a la casa es recibida por un hombre tímido, que con un
inglés pausado pero claro nos va sorprendiendo una y otra vez con todas las
estancias de la casa. Yo poco a poco me voy emocionando, por que básicamente se
parece mucho al tipo de casa que siempre quise tener (quizás todos queramos
tenerla…). La luz de la casa es inmensa, y entra directamente al acogedor salón
desde un modesto jardín japonés. Los dormitorios son totalmente de estilo
japonés, con puertas correderas de palillería fina y papeles japoneses, y
suelos de tatami. Las camas son futones, por supuesto. Y lo mejor, las vistas
al mar. Qué tranquilidad ¡!
A la mañana siguiente me desperté temprano para disfrutar de
la casa. No me puedo ir sin estar aquí muchas horas escribiendo el blog en la
tranquilidad que da tomarse un café mientras contemplas el jardín japonés. A la
noche incluso uno puede cocinar y hablar con el hombre. Poco a poco esa persona
pasa de ser tímido a ser también encantador. Me recuerda su visita a España,
que le gusta El Greco, Picasso y Gaudí. Nos da las mil gracias por haber venido
y porque nos haya gustado la casa. Conoce la Alhambra, pero nunca ha ido. Nos
pregunta si dormimos bien en el futón, si estamos a gusto con el ordenador en
el salón, si necesitamos algo para la cocina, si pasamos frío.
El hombre nos recomienda, y además de decirnos que debemos
de ir al templo y al torii gigante con marea baja, con marea alta, al amanecer
y al atardecer, por que en cada momento es diferente, nos dice que debemos
subir al gran pico de esta isla a través de un bonito paseo empedrado que te
lleva hasta más de 500 m de altura. Así lo hacemos, en poco más de una hora de
dura caminata, en un día muy frío pero despejado, que nos ofrece unas vistas increíbles
con muchas islas a nuestro alrededor. Qué complicada es la geografía de Japón ¡!!!!
Antes de bajar del pico, me sorprende un cartel que anuncia
una pequeña isla llamada Ninoshima. Mi isla. Sabía que yo me sentía bien aquí,
pero no me podría imaginar que tuviera mi isla tan cerca. Incluso, desde un tubito
si uno mira se ve Ninoshima, y parece el Monte Fuji, así que a la isla la
llaman el Pequeño Monte Fuji. Algo exagerado ¡!!!!
La isla está plagada de ciervos, deseosos de estar junto a ti
para que les des comida. También hay monos, pero no los vi. Mejor….
A nuestra vuelta, y con una marea inundando de nuevo el torii
gigante, nos despedimos del hombre de la casa, con todas las reverencias
japonesas que uno puede imaginar. Queda atrás un enorme recuerdo de
tranquilidad y sosiego, eso que tanto necesitaba tras los bullicios de Tokyo y
Kyoto.
Para los que vengáis algún día a Japón, Miyajima es una
visita obligada….y posiblemente también esta encantadora casa japonesa. Aquí
está el link.
Yo lamento no haber leído por primera vez el libro “El rumor
del oleaje” de Mishima sentado en esta silla con vistas al mar...
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